El pequeño de siete años alcanzó la fama mundial en 2016 cuando una fotografía en la que se le veía ataviado con una bolsa de plástico, de franjas azules y blancas y con un 'Messi 10' pintado en la espalda, se volvió viral en las redes sociales.
Murtaza residía junto a su familia en el distrito de Jaghori de la provincia sureña de Ghazni, considerada el área más segura y pacífica en los últimos 17 años de conflicto, pero la relativa calma acabó a principios de noviembre cuando los talibanes irrumpieron en la región, forzando a más dos tercios de la población a huir en busca de refugio.
"Echo de menos nuestra casa en Jaghori, aquí no tengo un balón y no puedo jugar al fútbol o salir fuera", lamentó el joven en Kabul, donde él y su familia se refugia desde hace dos semanas.
Murtaza, sus padres y sus cuatro hermanos viven en una más que modesta habitación en un edificio compartido con un vecino en una de las colinas en el oeste de la capital, tras haber recalado por un tiempo en la provincia vecina de Bamyan.
Al pequeño se le llenan los ojos de lágrimas cuando recuerda que las dos camisetas firmadas y el balón que le regaló Messi, al que llegó a conocer en 2016 en Catar, se quedaron abandonadas en su hogar.
"Las dejamos detrás en Jaghori", explicó. "No pudimos traerlas porque dejamos la casa durante la noche, y mamá me pidió que dejase la pelota y las camisetas".
Las fuerzas de seguridad afganas han expulsado a los insurgentes de la zona, pero la familia ha decidido no regresar al pueblo. Y es que antes de que los talibanes irrumpieran en la región en noviembre, la familia recibía continuas amenazas telefónicas a causa de la repentina fama de Murtaza, explicó su hermano mayor, Humayoon Ahmadi, de 17 años.
"Después de que Murtaza conoció a Messi en Catar, la situación se volvió complicada y vivíamos con miedo, porque la gente de nuestro entorno pensaba que Messi nos había dado un montón de dinero", lamentó Ahmadi.
El joven relató cómo en ocasiones desconocidos merodeaban la casa al anochecer y los familiares recibían amenazas. "A causa de todo esto, temíamos que le secuestraran y prácticamente encerramos a Murtaza en casa y no le enviamos a la escuela durante dos años", resumió.
Hasta que las amenazas se hicieron insoportables y la familia tomó el camino del exilio a Pakistán en mayo de 2016, con la esperanza puesta en alcanzar los Estados Unidos.
Sin embargo, la petición de asilo fue rechazada tras unos pocos meses y Murtaza, sus padres y sus hermanos se vieron obligados a volver a su pueblo, de donde han sido desplazados ahora a causa del conflicto.
No son los únicos: solo este año algo más de 300.000 personas se han desplazado en el país y viven en condiciones difíciles, apoyándose sobre todo en la ayuda del Gobierno y de organizaciones no gubernamentales.
Es el caso de la familia del joven seguidor de Messi, que dependía de los ingresos obtenidos en sus explotaciones agrícolas y que en Kabul sale adelante con la ayuda de familiares y ONG. Dos años después de encontrarse cara a cara con Messi, Murtaza no ha olvidado una promesa que le hizo el argentino en su viaje a Catar.
"Arreglaré las cosas para ti"
"Messi me dijo 'cuando seas un poco mayor, arreglaré las cosas para ti'", dijo el niño, antes de lamentar que no ha tenido contacto con el futbolista desde entonces. "Llévame contigo, aquí no puedo jugar al fútbol, aquí solo hay 'daz-dooz'", pidió, imitando el sonido de las explosiones y disparos.
"Cada vez que escucha una bomba o el sonido de un disparo, corre a esconderse bajo mi chador", explicó su madre, Shafiqa, de 38 años.