Se calcula que más de la mitad de la información de un mensaje la recibimos de la comunicación no verbal, es decir, de las caras, los gestos de las manos o el tono y el volumen de la voz, así que si no tenemos delante a la persona que nos está escribiendo o no la conocemos de nada es probable que podamos confundir sus intenciones. Para evitar estas situaciones, nacieron los emoticonos.

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El contexto. En 1982, hace ahora 40 años, Scott Fahlman, profesor de la Universidad de Carnegie Mellon, en Pittsburg (Pensilvania) se enfrentó a una de estas discusiones en una protored social de la facultad. Efectivamente, muchos usuarios respondían enfadados a comentarios que habían escrito otros con todo de broma.

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  • Aunque parece una cara... lo cierto es que no lo es. Aquí es donde entra en juego la pareidolia, la capacidad del cerebro de interpretar como una cara cosas que no lo son. Y a partir de esa cara sonriente nacieron el resto de emoticonos, combinando los demás signos de puntuación, facilitando así la comprensión de los mensajes. ;-)

¿Qué pasó después? Cuarenta años después los emoticonos han dado paso a los emojis, creados en 1999 por el japonés Shigetaka Kuritay, cada vez más sofisticados.

Sí, pero... Solo le pondríamos una pega al invento. Cualquiera que se dé un paseo por un foro de internet, por Twitter, por Facebook por un chat de madres y padres del colegio habrá comprobado que Fahlman falló en su principal objetivo: acabar con las discusiones.

Para nota. Por cierto, si en algún momento os habéis planteado pedirle un autógrafo al creador de los ,no lo hagáis.