Cuarenta ratones hembra y jóvenes catapultadas en un cohete de la compañía SpaceX, dirección al espacio. No es la trama de una película de dibujos animados, sino el último escalafón de una investigación científica conducida por el Laboratorio Jackson en Connecticut. Y según los investigadores, los hallazgos de este experimento podrían ayudar a prevenir la pérdida de masa muscular y ósea en los astronautas.

Ahora bien, estos ratones no eran comunes: habían sido tratados genéticamente en un laboratorio mediante un proceso de bloqueo de señalización molecular (una técnica genética que permite sustituir el gen original por una versión modificada del mismo). Gracias a esta intervención, se paralizaron un par de proteínas que normalmente limitan la masa muscular.

En total fueron mandados 40 ratones negros a la estación espacial. 24 no sufrieron ningún tipo de tratamiento previo y volvieron a la tierra con una notable pérdida de hasta un 18% de masa muscular y ósea. Sin embargo, los otros ocho ratones modificados, que se lanzaron con el doble de músculo, volvieron con una musculatura mucho más grande: "Como si hubiesen dedicado el viaje a realizar un entrenamiento culturista de alto nivel", señala su autor principal Se-Jin Lee, en el artículo publicado en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences' (PNAS).

El futuro de los super ratones: super astronautas

Los resultados de esta investigación científica del laboratorio estadounidense han revelado que la miostatina y la activina A, proteínas inyectadas a los ratones antes del viaje, favorecieron el mantenimiento de la masa muscular de los animales.

Estos componentes podrían servir a los investigadores para crear tratamientos que ayuden a los astronautas a no perder masa muscular durante las misiones espaciales a largo plazo. El descubrimiento podría ser aplicado más allá de los viajes al espacio: las personas que experimentan pérdidas musculares por diversas enfermedades, como osteoporosis, cáncer, sepsis o SIDA, entre otras, también podrían beneficiarse del hallazgo.

Los autores de la investigación se muestran prudentes y advierten que todavía "hay mucho trabajo que hacer" antes de probar el medicamento en personas: "Estamos a años de distancia. Pero así es siempre cuando se pasa de los estudios con ratones a los estudios humanos", explica Emily Germain-Lee, co-autora del estudio.