Un trabajo científico, fruto de varios años de colaboración entre el Instituto de Medicina Oncológica y Molecular de Asturias (Imoma) y la Universidad de Oviedo, y que ha contado con la participación de científicos ingleses y alemanes, ha revelado que la prelamina A, una proteína que causa envejecimiento acelerado, es capaz de frenar la progresión de los tumores malignos. Este hallazgo supone un avance para la comprensión de la relación entre los mecanismos que causan el envejecimiento y los que desencadenan el cáncer. Los resultados obtenidos se han publicado en la revista 'Nature Communications'.
Las conclusiones de esta publicación podrían inspirar nuevas terapias contra el cáncer y, a su vez, refuerzan las esperanzas depositadas en algunas de las estrategias que están siendo ensayadas para combatir el envejecimiento acelerado.
El trabajo ha sido codirigido por Carlos López-Otín, Catedrático de la Universidad de Oviedo, y Juan Cadiñanos, director del Laboratorio de Medicina Molecular del Imoma, y la labor experimental ha sido realizada en su mayor parte por Jorge de la Rosa de Saa, becario predoctoral de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson. El proyecto ha sido financiado también por la Fundación Botín, el Ministerio de Economía y Competitividad, la Wellcome Trust, la Obra Social Cajastur y la Fundación centro Médico de Asturias.
El envejecimiento y el cáncer son procesos íntimamente relacionados, pero las conexiones entre ellos son complejas. Así, el riesgo de aparición de tumores aumenta con la edad y, sin embargo, algunos de los mecanismos que favorecen el envejecimiento también frenan la aparición y desarrollo de tumores.
Un ejemplo claro de estos mecanismos es la activación del supresor tumoral más estudiado, la proteína p53. El trabajo realizado reveló que otra proteína, conocida como prelamina A y responsable del envejecimiento acelerado que experimentan los pacientes con progeria, es capaz de impedir el avance de los tumores malignos. Para ello, los investigadores asturianos utilizaron mosaicos, es decir, ratones modificados genéticamente que portan prelamina A en la mitad de sus células. "Los ratones con prelamina A en todas sus células desarrollan envejecimiento acelerado y no viven más de 4- 5 meses, lo cual dificulta mucho el estudio del cáncer, ya que no da tiempo a que la enfermedad se desarrolle" ha indicado Jorge de la Rosa. Por su parte, Juan Cadiñanos ha aclarado: "Los ratones mosaico, sin embargo, viven lo mismo que los ratones normales, y mantienen un 50% de células con prelamina A en sus tejidos durante toda su vida, lo cual nos ha permitido estudiar el efecto de esta proteína sobre el cáncer".
El estudio reveló dos importantes hallazgos. El primero fue que los mosaicos son totalmente sanos, sin presentar ninguna de las alteraciones que tienen los ratones con progeria causada por prelamina A. "Estos resultados invitan a albergar esperanzas para el tratamiento de los pacientes con envejecimiento acelerado, ya que sugieren que no haría falta corregir los defectos en todas las células, sino probablemente sólo en algunas", ha señalado José María Pérez Freije, de la Universidad de Oviedo. El segundo hallazgo fue que, aunque los mosaicos desarrollaban el mismo número de tumores que los ratones normales, presentaban sin embargo un número muy reducido de tumores malignos. Sólo incrementaban aquellos capaces de romper las barreras que los mantienen confinados e invadir los tejidos circundantes.
Los investigadores procedieron a estudiar más a fondo este fenómeno en células tumorales humanas. "Observamos que, al inducir la producción de prelamina A en células obtenidas de tumores malignos humanos se reducía drásticamente su capacidad invasiva. Esto ocurría con células humanas de cáncer oral, de pulmón y de mama", ha explicado Rubén Cabanillas, del Imoma.
"Los resultados obtenidos son muy estimulantes desde el punto de vista científico, y podrían conducir al desarrollo y aplicación de nuevas terapias a medio plazo para el envejecimiento acelerado o, incluso, a largo plazo para el cáncer, pero hay que ser conscientes de que los mosaicos que hemos utilizado son un modelo experimental muy útil, pero con características muy particulares, y que las cosas podrían ser diferentes en los pacientes con progeria o cáncer", ha concluido, aunque con cautela, López-Otín.
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