Todo empezó con un pasatiempo: un test de personalidad sugerido en Facebook que planteaba preguntas aparentemente inocente: ¿eres extrovertido?, ¿eres neurótico?... Con este tipo de preguntas se recolectaron los datos y el perfil psicológico de quienes lo respondían, de sus amigos y de los contactos de éstos.

Así se consiguió recabar los datos de hasta 50 millones de usuarios que se vendieron posteriormente, y sin previo consentimiento de sus titulares, a la consultora Cambridge Analytica, especializada, entre otras cosas, en campañas electorales. La trama quedó al descubierto gracias a un exempleado de dicha consultora en colaboración con la prensa estadounidense y británica.

"Esos datos se usaron para crear algoritmos que explotaran los miedos y vulnerabilidades de la gente e inyectar información en su Internet", apunta Chris Wylie, el citado exempleado de Cambridge Analytica.

De esta forma, a esos 50 millones de usuarios se les sugirieron anuncios e incluso noticias faltas a favor de la campaña de Donald Trump en EEUU o del Brexit en Reino Unido.

Facebook defiende que los usuarios aceptaron ceder sus datos al completar el test pero su defensa no le ha valido para sobrevivir al golpe del mercado. El escándalo le ha propinado a la compañía de Mark Zuckerberg el mayor golpe bursátil en años: sus acciones llegaron a caer hasta 100 millones por minuto arrastrando a bolsas de todo el mundo como la de Tokio.

En EEUU y Europa se anuncian investigaciones y se registran las oficinas de Cambridge Analytica pero, de momento, los platos rotos los paga el jefe de Seguridad de la Información de Facebook. Por ahora, su mediático fundador, Mark Zuckerberg guarda silencio, pese a que una comisión del Parlamento británico ya ha citado al primer ejecutivo de la red social para explicar la presunta filtración de datos de más de 50 millones de usuarios.