“OTRA VEZ TARDE… Y LA CULPA SERÁ MÍA, ¿NO?”

Lo que tu coche piensa de ti (si pudiera hablar)

Si tu coche pudiera hablar, lo primero que haría sería suspirar. No por el motor, que eso lo lleva dentro, sino por ti. Porque aunque tú creas que lo cuidas, que le hablas bonito cuando pasas la ITV, él tiene una lista mental (imaginaria, pero muy real) de todas las veces que lo has maltratado sin querer (o queriendo).

¿Crees que tu coche opina bien de ti?

¿Crees que tu coche opina bien de ti? Imagen generada por Inteligencia Artificial (IA)

Publicidad

Si tu coche pudiera hablar, lo primero que haría sería suspirar. No por el motor, que eso lo lleva dentro, sino por ti. Porque aunque tú creas que lo cuidas, que le hablas bonito cuando pasas la ITV, él tiene una lista mental (imaginaria, pero muy real) de todas las veces que lo has maltratado sin querer (o queriendo).

—“¿De verdad vas a volver a arrancarme en frío y salir zumbando como si persiguieras a Fernando Alonso? ¿Cuántas veces tengo que decirte que me dejes calentar?”

—“¿Otra vez con las marchas? Tercera a 30 km/h y quinta a 50. Me va a salir una hernia en la caja de cambios, artista.”

Tu coche no es rencoroso, pero tampoco olvida. Sabe que lo llamas “mi niño” cuando hablas de él en Instagram, y también sabe que le echas 95 octanos del barato, ese que casi huele a vinagre. Así no se construye una relación de confianza.

“Ese ambientador no tapa tus pecados”

A veces, tu coche siente que es un vertedero emocional con ruedas. Las migas de croissant del asiento del copiloto son lo de menos. El problema es esa bolsa del gimnasio que lleva tres semanas fermentando en el maletero, o las botellas vacías de agua que rodaron hasta el hueco del pedal del embrague (¡con lo que eso asusta!).

—“He visto cosas, cosas que no creerías. Como aquel día en que metiste un mueble de Ikea desmontado, tu perro mojado y a tu cuñado… todo a la vez.”

Tu coche también opina sobre tu conducción. Si pudiera fruncir el ceño cada vez que aparcas a toque de parachoques, lo haría. O cuando dejas que el depósito baje hasta que solo queda el vapor del combustible y mucha fe.

Ya ni hablemos del uso del freno motor. Tu coche lleva meses intentando explicártelo telepáticamente, pero tú sigues bajando puertos de montaña como si los frenos vinieran con recargas ilimitadas.

“No soy una nave espacial, pero tengo mi corazoncito”

Aunque sea un utilitario de hace quince años, tu coche tiene su orgullo. No le importa no tener sensores de todo ni conexión a CarPlay. Lo que le duele es que lo mires con cara de asco cada vez que ves un coche nuevo al pasar.

—“Sí, tengo un cassette, ¿y qué? Por lo menos no te espío mientras conduces.”

Aun así, te quiere. Porque aunque a veces lo trates como una herramienta más, también recuerda cuando le diste una limpieza a fondo aquel día de primavera, cuando lo lavaste a mano y le pusiste cera como si fuera un coche de colección. O cuando te fuiste de viaje y, antes de arrancar, apoyaste la mano en el volante como si dijeras: “Vamos, compañero”.

Tu coche se siente parte de tu vida. Ha estado contigo en días de mudanza, en noches de resaca y en primeras citas. Ha sido confesionario, sala de conciertos, comedor de emergencia y oficina improvisada.

Más que un coche, tu cómplice silencioso

Si tu coche hablara, te soltaría una buena charla, sí, pero también te daría las gracias. Porque aunque no siempre lo trates como merece, sigues eligiéndolo cada día, y eso, para él, lo es todo.

Así que la próxima vez que arranques, hazlo con cariño. Que no pueda hablar no significa que no tenga algo que decirte, y tú, al menos, puedes escuchar con el culo en el asiento y el oído en el motor.

Antena 3» Noticias Motor

Publicidad