EL GRAN TURISMO DEL ABUELO

Con esto enseñaban a conducir en los años 50 en Italia

Hace 70 años, los italianos ya usaban simuladores para enseñar a conducir, aunque el realismo de entonces tenía más que ver con el mundo de la mecánica que con el del gaming. Sin pantallas táctiles ni realidad virtual, aquello era puro hierro y carrete de película.

Simulador de conducción años 50

Simulador de conducción años 50Iconic Auctioneers

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Puede que hoy estemos acostumbrados a ver simuladores de conducción con pantallas curvas, vibración háptica y gráficos dignos de una película de ciencia ficción. Pero hace 70 años, los italianos ya usaban simuladores para enseñar a conducir... aunque el realismo de entonces tenía más que ver con el mundo de la mecánica que con el del gaming. Sin pantallas táctiles ni realidad virtual, aquello era puro hierro y carrete de película.

Lo que ves en las fotos no es un invento salido de un museo del diseño industrial, sino un auténtico simulador de autoescuela italiano de los años 50. Sí, en la posguerra, mientras medio país seguía en bicicleta, en algunas aulas ya se organizaban clases de conducción con estos trastos: asientos alineados frente a una pantalla gigante donde se proyectaban situaciones reales de tráfico, y los alumnos reaccionaban como si estuvieran conduciendo de verdad.

La idea era simple: antes de poner a los alumnos en un coche de verdad (con sus curvas, sus frenazos y su riesgo de atropellar a un cartero) se les enseñaba a manejar los mandos desde la comodidad de una butaca. ¿Que te sale un stop en la peli? Freno. ¿Que se cruza una señora con carrito? A levantar el pie. ¿Que hay que girar a la izquierda? Intermitente y volante. Lo más parecido a jugar al OutRun, pero sin música cañera, sin rubia, y con examen final.

Antes de la PlayStation: el Drivotrainer

Estos simuladores eran la versión seria y educativa de una recreativa arcade. Su nombre original era Aetna Drivotrainer, un sistema desarrollado en EE. UU. en los años 50 que luego fue exportado (o al menos copiado con estilo) por los italianos. Iban montados con todo lo necesario para reproducir el habitáculo de un coche: volante, pedales, luces, indicadores, cuadro de instrumentos y palanca de cambios, y no una cualquiera: una con rejilla metálica. Vamos, que no podía ser más italiano.

Lo curioso es que estos simuladores no se movían. Nada de sacudidas, ni sillas con hidráulicos, ni efectos de sonido. Todo el realismo se lo daba la posición de conducción y la respuesta mecánica de los mandos. Los profesores, apostados en su consola central cual director de orquesta, vigilaban con luces e indicadores quién respondía a tiempo y quién estaba más perdido que un Fiat en Nürburgring.

Cada sesión consistía en ver una película de 16 mm grabada desde el punto de vista de un coche en marcha. Las situaciones incluían tráfico urbano, adelantamientos, pasos de cebra, conducción nocturna o lluvia. Si fallabas en algo, el sistema lo registraba. Era como tener un espía en el salpicadero, listo para chivarse si metías cuarta en vez de segunda. Porque sí: tenías que cambiar de marcha mientras veías la peli. El multitasking de la vieja escuela.

Italianísimo: diseño, drama y sin velocímetro

El simulador que ha salido ahora a subasta no tiene una marca clara, pero viene de Italia y huele a espresso y aceite de ricino. Aparte de los pedales, el volante y la palanca con rejilla, tiene luces, interruptores y un cuadro con tacómetro. Pero ojo, no hay velocímetro, porque, siendo sinceros, en Italia lo importante no es cuánto corres, sino cómo suena el motor al estirarlo. Ya lo dijo Enzo Ferrari: “el coche más rápido es el que aún no has construido”.

La construcción del aparato parece sólida como una Vespa caída por las escaleras. Tiene incluso faros delanteros que simulan los del coche real. Y por si eso fuera poco, todo el conjunto tiene esa estética de maquinaria educativa que dan ganas de sacarle una foto en blanco y negro y colgarla en el salón.

Este ejemplar fue subastado por Iconic Auctioneers el 17 de mayo, con un precio estimado entre 500 y 700 libras (aproximadamente 635 a 930 euros). Si eres coleccionista de rarezas automovilísticas, o simplemente te quieres montar tu propio salón de clases vintage, merece la pena estar alerta para la próxima.

¿Y si volvieran estos simuladores?

Hoy en día, las autoescuelas ya no usan estos cacharros. Ahora se aprende en coches de verdad, muchas veces con dos juegos de pedales, y si hay suerte, con alguien que no grite demasiado al primer calado. Pero, visto lo visto, igual deberíamos recuperar este invento. Sería una forma estupenda de aprender los fundamentos sin riesgo de rozar un bordillo o de comerse un paso de peatones como si no existiera.

Porque una cosa está clara: antes se enseñaba a conducir con más paciencia y más metal. Puede que no tuvieran radares, pero desde luego sabían poner nervioso a un alumno sin salir del aula. Y si encima podías practicar con una palanca en H como la de un Ferrari 250 GTO, pues oye… eso ya valía su peso en aceite de castor.

¿Te imaginas estas máquinas en las autoescuelas de hoy? “¿Cómo que no has hecho el giro con el ángulo correcto? ¡A la máquina otra vez, hasta que te lo sepas como el padrenuestro!”. En tiempos donde lo virtual se impone, esto es un recordatorio de que la educación vial, como el buen diseño italiano, no necesita pantallas curvas para ser memorable.

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