Con la publicación integral de la obra de Manuel Chaves Nogales, la editorial Libros del Asteroide cierra un capítulo en lo que se refiere a la recuperación de la memoria del periodista republicano. Es un homenaje a destiempo que el olvido rinde a la memoria, y que viene causado por la falta de referentes intelectuales de la derecha española. No nos vamos a engañar a estas alturas.

Porque la derecha ha subsumido e instrumentalizado a Chaves Nogales de la misma manera que lo hace con Albert Camus o George Orwell. Todo sea por explicar la guerra civil como un conflicto donde se cometieron crímenes y barbaridades en los dos bandos. Pero Chaves Nogales, al igual que Orwell o Camus, no denuncia sólo el efecto, sino también la causa. Y la causa de nuestra guerra civil no fue, como la derecha mantiene en su versión oficial, el asesinato de Calvo-Sotelo. El origen de nuestra guerra civil fue un Golpe de Estado al gobierno legítimo de la República, golpe al que Chaves Nogales se opuso, aunque los intelectuales de la derecha eviten señalar este dato por ser de importancia causal.

El trampeo de los fachas y sus pseudointelectuales que se disfrazan de republicanos cuando toca y luego, cuando también toca, asisten a las ceremonias monárquicas para reclinarse ante los herederos del franquismo, llega a ser vergonzoso. Todo sea por llenar sus sucias mojarras de sopa boba, las mismas bocas que pronuncian el nombre de Chaves Nogales con impunidad y desvergüenza.

Pero no he venido aquí a hablar de los pseudointelectuales que abanderan la recuperación de Chaves Nogales, sino de un periodista de fuste que poco o nada tiene que ver con los pesebreros. Me refiero al palentino Eduardo de Guzmán, cuya obra también ha sido recuperada por El Garaje ediciones que dirige otro luchador, Manuel Blanco Chivite, un editor de combate cuyo catálogo es dinamita cerebral.

Eduardo de Guzmán fue anarcosindicalista y autor de prosa sencilla que contó la guerra desde la causa primera y que, por ello, fue represaliado y envuelto en el ostracismo más absoluto. Edward Goodman, Eddy Thorny, Richard Jackson, Anthony Lancaster o Charles G. Brown, fueron seudónimos que Eduardo de Guzmán utilizó para escribir desde la clandestinidad novelas del Oeste. Historias de acción directa que alimentaron la posguerra de este país tan difícil. Fue una vida dura, la que llevo este hombre; una vida cargada de conciencia crítica, denunciando las sombras y la podredumbre de una España en ruinas donde el tejido social y, con ello, el tejido cultural quedó totalmente arrasado.

La obra de Eduardo de Guzmán está escrita desde la derrota, en un continúo ir y venir de un presidio a otro, en una interminable angustia que sufrieron muchos de los que se opusieron a la masacre franquista. En el prólogo a su libro, 'Nosotros los asesinos', Eduardo de Guzmán confiesa que no escribe este relato "impulsado por ningún torpe anhelo de vengativa revancha". Se trata de un prólogo para ser leído en alto, para saber que no sólo Manuel Chaves Nogales merece un homenaje a destiempo, sino que también hubo hombres que no corrieron la misma suerte que Chaves Nogales, que murió en el exilio; hombres y mujeres que acabaron presos entre su sombra y un aciago destino. "Quien pretenda alimentar la llama mortecina de viejos rencores con cuanto a continuación se narra, haría bien en no seguir adelante" advierte Eduardo de Guzmán en el preludio a este tercer tomo de sus memorias, un libro de ambiente carcelario que debería ser lectura obligatoria en los institutos, como ahora lo es Chaves Nogales.

Pero no vamos a ser ilusos, a Eduardo de Guzmán la derecha pseudointelectual de fondo monárquico que se hace pasar por republicana, no lo traga. Porque con Eduardo de Guzmán no se puede hacer lo mismo que con Chaves Nogales. La obra de Eduardo de Guzmán es tan pura que no se deja instrumentalizar por los cantamañanas de nuestra intelectualidad.