Como cada domingo salimos a pasear en familia. Por fin podemos ir los 5 juntos a dar un par de vueltas a la manzana. No nos alejamos demasiado, vamos con las bicis y las niñas se cansan. Normalmente salimos por la tarde, así que llevo conmigo algo de merendar: hoy 30 minutos de paseo, agua y zumos. Después de andar un rato, la buenahija2 me dice "mamá, tengo hambre", así que paramos en una de las zonas verdes que hay por el barrio. Vivimos a las afueras de Madrid, con mucho campo y bancos para poder tomar la merienda, como hacíamos hasta hace poco. Pero esta vez no nos podemos sentar en el banco.

- ¿Por qué mamá?

- Por el virus, hija.

No hay cosa más difícil para una madre o un padre que no saber darle una explicación coherente a su hijo o hija para que entienda que no puede hacer algo. Y no es que crea en la ley de que hay que hacerles entender todo a los más pequeños, hablándoles en todo momento como adultos. A veces no se puede y hay normas que son "porque sí y punto", como cuando me piden un ratito de tablet cuando no toca o comerse otro helado. Pero tener que decirle que no puede sentarse en un banco a merendar, justo en frente de una terraza de un bar abarrotada de personas tomando algo, sin mascarilla y compartiendo momentos, que hemos añorado y ahora podemos disfrutar, se hace difícil.

Subimos cuesta arriba y me desvío del camino a casa para no pasar por delante del parque infantil del autobús precintado, no por ellas, sino por mí, que me duele que sigan los parques infantiles cerrados, como si de un foco de alto contagio se tratara, mientras desde esta semana los centros de ocio nocturno y las discotecas pueden abrir hasta las 3 de la madrugada. Y claro, visualizo la estampa de personas en una discoteca tomando una copa en un lugar cerrado frente a unos niños jugando en un parque infantil al aire libre, respetando la distancia de seguridad, y mi cerebro no responde. Serán las consecuencias del confinamiento que han mermado mi capacidad de leer ente líneas la coherencia de estas normas.

Esta mañana me mandaban un vídeo de un padre indignado, al que la policía echaba de un banco de una plaza donde se había sentado para dar un potito a su hijo. Las normas están para cumplirlas, esta pandemia ha supuesto una crisis sanitaria que nadie quiere que se repita, pero hay incoherencias que nos hacen pensar que los niños y las niñas siguen sin importar en esta sociedad. Que todavía no nos hemos enterado de que son el futuro y a este paso el futuro va a dejar de existir, con una tasa de natalidad que sigue a la baja cada año.

Llegamos a casa, duchamos a las niñas, ponemos la sopita para cenar y de fondo el telediario. Han vuelto los deportes porque ya están entrenando los jugadores de fútbol para reanudar los partidos de La Liga el próximo 11 de junio.

- ¿Por qué no llevan mascarilla, mamá?

- Porque están haciendo deporte.

- No, mamá, están hablando.

La Liga tiene que terminarse, faltaría más. Es fundamental para el desarrollo de la vida y la salud emocional de todos los ciudadanos. Por supuesto que sí. Mientras los colegios y las escuelas infantiles siguen cerrados. Algunos se han organizado como han podido para las clases de refuerzo. Pero siguen sin un protocolo oficial de vuelta en septiembre. Se suceden las especulaciones de modelos posibles para el inicio del curso. En Andalucía se prevé una vuelta al colegio con normalidad, con dos premisas: geles hidroalcohólicos y evitar las aglomeraciones.

También en Aragón se pide al Gobierno central la vuelta como siempre porque el coste de bajar el ratio y desdoblar profesorado es inviable para el presupuesto en educación. Hace un mes era la única opción. Pero todo cambia. Bueno algunas cosas no.

Los centros educativos siguen enterándose de las previsiones por los medios de comunicación y las familias seguimos a la espera en este eterno confinamiento que para nosotras no acaba. Porque mientras el turismo está a la vuelta de la esquina, las familias hacen malabares, las madres renuncian y los niños y las niñas van perdiendo derechos en estos tiempos inciertos de pandemia. Y es que han ido dejando pasar los días, sin plantear soluciones para la conciliación.

El sábado, después de leer el borrador de la nueva normalidad, mi compañera y abogada Emilia de Sousa y yo conversábamos vía whatsapp indignadas sobre la vulneración de los derechos porque "la infancia es el único grupo poblacional que ha sufrido un confinamiento extremo, aun conociendo las nefastas consecuencias que un aislamiento puede suponer a nivel de salud física y psíquica sobre todo para personas vulnerables como es la infancia. Pero las familias asumimos nuestra cota de responsabilidad y entendimos el desafío que como sociedad teníamos para contener la expansión vírica. Pasadas las semanas y descendiendo la incidencia, la adultez está pasando de fase, pero la infancia NO".

Le pido a Emi que me comente su opinión sobre el borrador y a continuación dejo sus palabras que nos llevan a una reflexión necesaria y urgente:

"Hoy en el BOE, una Orden Ministerial de Sanidad, publica que desde el lunes, y en fase 3 ya algunas provincias, se podrán abrir discotecas, casinos, salones de juego, incluso terrazas hasta las 3 de la madrugada como es el caso de Andalucía. Sin embargo, nada se contempla sobre la infancia, sus necesidades de socialización, de educación, de juegos al aire libre.

La OMS ha informado de que no hay pruebas concluyentes de que el coronavirus pueda contagiarse al entrar en contacto con una superficie artificial (mesas, sillas, columpios, toboganes, bancos de un parque) ya que los estudios que en principio informaban de esta posibilidad se llevaron a cabo en laboratorios y no al aire libre. Recomiendan desinfectar por tranquilidad, nada más. E insiste en que la mayor fuente de transmisión es el contacto físico con personas positivas y sus "residuos".

Por lo tanto, seguir impidiendo que la infancia se desarrolle con normalidad es ya una alarmante vulneración de sus derechos y supone una discriminación por razón de edad, sin más. La Convención de los Derechos del Niño vincula a España y la obliga a tener muy presente las necesidades de la infancia y su interés supremo en cualquier decisión que les pueda afectar.

Si la adultez puede alternar, la infancia también debería poder seguir desarrollándose con un abordaje institucional al respecto. Familias e infancia seguimos cayendo en el olvido".

Las familias e infancia somos olvidadas, pero no olvidamos.

Sigamos adelante, reactivemos la economía, volvamos a la normalidad, pero todos y todas. ¿O acaso algunos somos ciudadanos de segunda?