Si los padres están quemados, nosotras entonces estamos chamuscadas. Os cuento por qué digo esto. Esta semana me levantaba con un titular de El Mundo: "El 67% de los españoles reconoce estar agotado de criar a sus hijos" y un nuevo término: el síndrome del progenitor quemado. Acompañado por una imagen en blanco y negro de un señor quemado junto a su hija.

¿Perdona? ¿Un señor? ¿Un padre? Representando a ese mínimo porcentaje de hombres, padres corresponsables, que hoy en día asumen al igual que las madres su responsabilidad y acaban quemados. No sé si reír o llorar. Hasta los padres corresponsables siguen sin asumir las tareas invisibles o la carga mental. Hasta los padres más comprometidos gestionan mejor su autocuidado y tiempo de ocio. Y no es su culpa al 100%. La sociedad no les recrimina a ellos como a nosotras. A ellos no se les exige como a nosotras en su rol de padres. Ellos cuando ejercen su responsabilidad son "padrazos", nosotras somos "Malasmadres" por no llegar a todo de la manera que se espera. Nunca llegamos. Siempre insuficientes.

Compartí la noticia en redes sociales con un mensaje claro: "Aquí mejor ponemos a una madre, que la realidad no es esta". No podemos permitir la falta de perspectiva de género en este tipo de artículos. No podemos permitir que nos roben nuestro espacio porque entonces se da por hecho una corresponsabilidad que no existe. Lo curioso es que cuando un hombre reivindica un problema, se le escucha y comprende. Las mujeres somos tachadas de quejicas. Y esto hace un daño terrible porque pone el foco en nuestra culpa, en lo que nos falta y no en la responsabilidad social. Ese mismo día se me tachó de "hembrista" por denunciarlo. Yo con esto no estoy generalizando ni negando que haya padres corresponsables, estoy diciendo que las cosas hay que contarlas como son. Los datos me dan la razón. Solo hay que echar un vistazo para saber que las mujeres somos las que renunciamos cuando llega la maternidad. La brecha salarial se dispara cuando somos madres y somos nosotras las agotadas, desbordadas, quemadas y con la salud mental por los suelos. Somos las madres las que en más del90% de los casos paramos nuestra carrera profesional, cogemos una reducción de jornada o una excedencia. Son las madres las que quedan atrapadas en un modelo laboral, que da la espalda a los cuidados. Y somos nosotras las que interrumpimos nuestra jornada laboral cuando un hijo o hija enferma. Nosotras, y no ellos, las que asumimos la triple jornada laboral: cuando trabajamos fuera, cuando cargamos con las tareas doméstico-familiares y los cuidados y cuando además asumimos la carga mental de las tareas invisibles, que en la mayoría de los casos es una responsabilidad de las madres, no compartida por la pareja.

Así que, por favor, no nos quiten nuestro espacio de reivindicación. Ojalá llegue el día en que ellos tengan los mismos problemas que nosotras y puedan reivindicar sus derechos como "padres quemados". Queda mucho y es una falta de respeto hacia las madres que, agotadas, renuncian a diario y asumen un coste altísimo personal, emocional y económico por la falta de compromiso de políticas de igualdad que cambien esta realidad.

Y ahora recordemos mirar al sistema, ese que callado y silencioso mantiene sus estructuras desiguales, mientras las madres siguen pensando que no llegan, que no pueden con todo porque ellas no cumplen, no alcanzan, no soportan tanto. Como dice la protagonista de la impactante (y necesaria) película chilena El Castigo: trabajar 8 horas y hacer todo lo demás (cuidar, criar, limpiar, comprar, gestionar, planificar…) "no da".

Simplemente "no da".