Nadie duda a estas alturas que ser madre tiene un coste altísimo por falta de apoyos a la conciliación. Los datos muestran la cruda realidad, que se repiten cada año, y la conciliación nunca pasa a ser una prioridad política. ¿A qué esperan? Supongo a que por fin todas las madres de España inundemos las calles y paremos la ciudad al grito de "Ay, mama" de Rigoberta Bandini.

Ser madre y no renunciar a tu carrera profesional se convierte en una heroicidad, en una lucha contra viento y marea, en una carrera de obstáculos inmensa, llena de sacrificios y agotamiento. Yo lo intenté, ya te digo que lo intenté, con todas mis fuerzas. Intenté no renunciar a mi empleo durante dos años, durmiendo menos, comiendo menos y viviendo menos, sin casi ver a mi hija y sintiéndome la peor profesional, hasta que llegué al final de esa carrera. Me paró la vida sin miramientos y me dijo: "Tienes que decidir: tu hija o tu profesión" y muro enorme, llamado maternidad, se levantó delante de mí. Antes de caer, antes de abandonar, me sentí tan mala madre, cada día.

Lo peor es que, cuando me fui, pensé que elegía, como tantas, porque el sistema lo hace muy bien, te lo decora todo de falsa elección, te hace creer que eliges tirar por la borda diez años de esfuerzo y trabajo incansable, echándote a ti toda la culpa de "tu fracaso como madre y profesional" porque no eres suficiente, porque no te has organizado bien, porque no eres capaz de llegar. Y lo compras. Porque el sistema no está dispuesto a cambiar sus estructuras patriarcales, a crear un modelo social y laboral que te permita a ti como mujer cuidar y cuidarte, ser madre con dignidad y no perder el empleo y la salud mental por el camino.

Por eso, después de lo vivido y de diez años de lucha hay cosas que ya no soporto, que me niego a tragar, ya acepté demasiado. Estos días de festividad por nuestro día de la madre, recibí un mensaje de una mujer diciéndome que me equivocaba en dirigir la lucha hacia afuera, en exigir cambios sociales y avances legislativos. Que todo eso llegaría cuando nosotras cambiáramos. Que somos nosotras las que tenemos que sentir el poder de la maternidad para que la sociedad cambie. Este tipo de mensajes que a veces se repite con el mismo tono vienen de mujeres de la élite, que me escriben con la premisa grabada a fuego de "si quieres, puedes". Han sido educadas en que lo que consigas depende de ti, de tu esfuerzo y de tu talento, únicamente.

Yo creía que esto ya lo habíamos superado. Y ojo que soy de la generación educada en el esfuerzo y firme defensora de que lo que tú hagas y la actitud que tengas con las cartas que te da la vida es muy importante, pero nunca suficiente. A estas mujeres (y hombres) que piensan así les digo algo muy sencillo, que solo un día, SOLO UN DÍA, contesten nuestro teléfono amarillo de la conciliación y que estén al otro lado de los cientos de testimonios que inundan nuestras redes sociales a diario. Aquí un ejemplo:

"Soy madre, trabajo a turnos y necesito mi sueldo para vivir y sacar adelante a mi hijo. Estoy físicamente agotada, sobreviviendo, sintiéndome que no llego a nada. Siento que no se me permite ni llorar. Nos han engañado haciéndonos creer que podíamos con todo. Ser madres y trabajar. Ser independientes económicamente".

Que le digan a esta mujer y madre que no se está esforzando lo suficiente, que tiene que creer en su poder como madre y todo cambiará. Me resulta hasta insultante.

Aquellas mujeres que renuncian sucumben al coste altísimo de la maternidad y lo pagan con frenar su carrera, perder salario o abandonar el mercado laboral. Y esto no es conciliar. Muchas de ellas tendrán imposible la reincorporación laboral cuando sus hijos crezcan y lo intenten. Muchas de ellas caerán en la dependencia económica y encima se tendrán que sentir afortunadas por poder hacerlo.

Aquellas que no renuncian, como esta mujer que me escribía desesperada, buscando consuelo, no renuncian a nada porque no pueden, porque cada mañana tienen que levantarse y seguir adelante. Muchas de ellas además suman la discapacidad en sus vidas o tienen un pequeño negocio y son autónomas o crían en soledad.

Solo unas pocas de las que no renuncian, delegan el cuidado porque pueden pagarlo y muchas de ellas tampoco son libres porque asumen que la conciliación es un privilegio pagado y entran en la rueda del sistema productivo sin saber si lo que hacen es lo que realmente quieren.

Así que a aquellas que ponen en duda nuestra lucha social porque los cambios tienen que venir de nosotras mismas y no de las leyes o cambio social, un mensaje:

Tu historia no es la de todas. Desde tu burbuja de privilegio, piensas que somos nosotras las que estamos fallando, hablas de creencias limitantes y del poder de nuestro ser, pero te falta todo el contexto social. Claro que tenemos que empoderarnos, sentir nuestra fuerza maternal y luchar por lo que somos, pero para eso necesitamos recursos, salud mental, tiempo, descanso… ¿Sigo? Para entenderlo solo tienes que salir a la calle y hablar con las mujeres que te encuentres en el día a día, escucharlas, ponerte en su piel y sentir sus necesidades.

Luego vuelve y me cuentas si lo de "si quieres, puedes" no es una trampa más del sistema para perpetuar que no somos suficientes. Quizás te han engañado también a ti y eres una víctima más.