Cuando me declaro feminista a diario en redes sociales me resulta muy cansado, pero yo soy de ideas fijas y vuelvo a la carga. Pero es que ya lo tengo estudiado. Siempre siempre me encuentro con tres situaciones tipo:

Caso Tipo A: Mujeres que dicen sin pestañear: "yo no soy ni machista ni feminista". Y por mucho que se lo intentes explicar, de ahí no salen, llegándome a llamar a veces "feminazi".

Caso Tipo B: Mujeres que ponen un color político al feminismo y entonces les causa rechazo declararse feministas. Se consideran a favor de la igualdad, pero no del feminismo porque lo vinculan a un único partido político. Además suelen entender el feminismo como un odio genérico a los hombres, sin ningún argumento sólido.

Caso Tipo C: Mujeres feministas, menos mal, cada vez somos más, que lo llevan como bandera, sin color, con respeto, entendiendo que todo tipo de mujeres, en todo tipo de situaciones pueden y deben ser feministas.

Si se dan los casos A y B ya he aprendido a respirar, aconsejada por mi terapeuta, me distancio y entiendo que eso solo me demuestra que hay que seguir concienciando y educando en feminismo. El feminismo no tiene color. "El feminismo es un movimiento social y político que lucha por la igualdad de derechos y oportunidades para todas las mujeres y para todos los hombres". Esto nos lo sabemos de memoria pero es que ningún partido político puede apropiarse de la lucha feminista. Todos los partidos deberían tener en sus programas una declaración feminista, que tuviera como objetivos acabar con la desigualdad, la violencia de género, la discriminación o cualquier situación que oprima a la mujer. Pero en vez de ir a una en esto, decidimos ponerle apellidos al feminismo, como si hubiera distintos grados de igualdad. De verdad que no es necesario, bastante nos está costando hacer entender que todas y todos deberíamos ser feministas, como para que ahora también tengamos que ponerle etiquetas que lo dividan.

Pero, claro, es normal que nos engañen, una y otra vez, porque somos una generación que no ha sido educada en feminismo, ni de lejos. Bueno, a algunas por suerte nos educaron en igualdad, pero el feminismo era una palabra inexistente y casi prohibida, como lo sigue siendo para muchas mujeres y hombres hoy en día.

Yo cuando me declaro feminista en según qué lugares vivo situaciones realmente cómicas, sobre todo cuando además confieso: 1) tener una pareja hombre, también feminista. 2) ser madre y 3) tener una empresa. Me miran pensando que he salido directa de un psiquiátrico, como si una mujer, que se declara feminista, que además está casada con un hombre y tiene una empresa, que lucha por sacar adelante, no fuera compatible con la vida real.

Menos mal que no han escuchado a mis hijas de 4 y 7 años declararse Malasmadres feministas allá por donde van. El otro día hice de madre alfa, porque el buenpadre no podía, y fui a leer a clase de la buenahija1 un cuento para celebrar el Día del Libro. Me presenté con una camiseta con el mensaje: "Soy feminista porque el mundo me ha hecho así". Un niño me preguntó qué ponía. Y contesté: "¿Alguien sabe qué significa?". Solo mi hija lo sabía. El resto solo acertaron a decir palabras relacionadas del tipo: "mujeres", "femenino"…

Esa mañana sentí en mi propia piel la necesidad imperiosa de educar en el feminismo para empoderar a las niñas desde pequeñas, para que se sientan iguales a ellos, para que ellos las consideren iguales, para que el día de mañana no sufran la desigualdad, la renuncia y la opresión que seguimos viviendo a diario.

Así que para intentar que las mujeres del Caso A y las mujeres del Caso B se reconcilien con la feminista que llevan dentro, les voy a recomendar 2 cosas:

1) Leer "Feminismo para Torpes" de Nerea Pérez de las Heras.

2) Ver la charla TEDx "Todos deberíamos ser feministas" de Chimamanda Adichie.

Y ahora, un consejo de Malamadre jefa: liberad a la feminista que lleváis dentro porque el único camino para conseguir la igualdad real es estar unidas. Juntas somos más fuertes.