Cada generación es diferente. Si yo me recuerdo en frente del televisor viendo Barrio Sésamo y cantando las canciones de Chema ‘el panadero’ con Espinete, hoy la cosa es muy diferente. No solo me refiero a dibujos y series de animación donde se mezcla el inglés con el castellano, si no a cómo cada vez más veo a niños con el móvil, metidos en Youtube o en plataformas de streaming como Twitch embobados viendo cómo otros juegan a videojuegos, o simplemente interactúan con sus seguidores.

Tanto ha cambiado la cosa, que antes queríamos ser futbolistas, médicos o astronautas. Ahora si preguntas a un niño, no es raro que te responda que quiere ser “streamer” o “youtuber”. Son sus referentes. Copian como papagayos sus expresiones y, basta que recomienden algo, para que la demanda de eso se dispare.

Con la comida no es diferente. Es común verlos comer y beber en sus vídeos y directos, así como en anuncios de alimentos y bebidas, incluso sacando “ediciones” especiales de menús de restaurantes o colaboraciones con cocineros famosos. A esto tenemos que sumar el fenómeno influencer de Instagram y Tik-Tok, donde, a través de fotos y vídeos cortos nos enseñan sus vidas de ensueño, convirtiéndose en la aspiración de las nuevas generaciones.

¿Están recomendando comer brócoli, hacer deporte o beber agua? Evidentemente no. Basta echar un vistazo rápido entre los más seguidos en cada una de las plataformas y el desfile de snacks, bebidas azucaradas, comida rápida y alimentos ultraprocesados es casi infinito. Incluso obsceno. ¿De verdad esas personas pueden estar CADA DÍA consumiendo bebidas energéticas que llegan a equivaler a 4 o 6 tazas de café por una lata? ¿Puede ser que se dediquen cada día a encargar comida rápida para cenar mientras juegan al ordenador y cientos, miles y casi millones de seguidores los ven?

Recordemos lo influenciable que es un niño. Lo ve, lo quiere imitar, y pide lo que hace. Desde el teclado y el ratón que usan, para jugar como ellos, el juego que están jugando, hasta lo que están comiendo. Son su referente del éxito y de la felicidad. Y esto no debía dejarse pasar en cuanto a publicidad de alimentos y bebidas dirigidas a población infantil se refiere.

Como ya se anunció, el pasado 7 de marzo, y hasta el 29 del mismo mes, se sacó a audiencia pública el Real Decreto del Ministerio de Consumo que pretende regular este tipo de publicidad. Esta ley, a parte de establecer como criterio de medición de la “salubridad” de los alimentos en base a los perfiles nutricionales establecidos por la Organización Mundial de la Salud, pretende prohibir “la aparición en las comunicaciones comerciales de madres o padres, educadores, docentes, profesionales de programas infantiles, deportistas, artistas, influencers, personas o personajes de relevancia o notoriedad pública, sean reales o de ficción (Pocoyó, estate atento), que por su trayectoria sean susceptibles de constituir un modelo o ejemplo para las personas menores de edad”.

La misma norma pretende fomentar la participación de personas y personajes de relevancia o notoriedad para el publico infantil en campañas de salud pública y educativas cuyo fin sea el de promover entre los menores la actividad física y los hábitos de alimentación saludable, sostenible y responsable. Es decir, publicitar salud. ¿Puede convertirse esto en el nuevo filón de los influencers?

Esto no queda ahí. También pone el foco en los “regalitos” que nos han venido acompañando a alimentos y bebidas de toda la vida. La norma, de salir adelante, prohibirá todo tipo de promoción dirigida a público infantil como premios, regalos, concursos, sorteos o patrocinios que apoyen la publicidad de alimentos y bebidas de alto contenido en ciertos nutrientes clave como el sodio, los azúcares, edulcorantes, grasas o ácidos grasos saturados. En pocas palabras, el Happy Meal y el huevo Kinder también están en el punto de mira.

En principio esta nueva norma va a afectar a cinco categorías de productos que no podrán hacer publicidad, independientemente del contenido en nutrientes que tengan: confitería, chocolate y azúcar, barritas energéticas y coberturas, dulces y postres; pasteles, galletas dulces y productos de pastelería; zumos, bebidas energéticas ni helados. ¿Qué pasa con el resto? Que se les regulará en base a un límite de contenido en nutrientes por cada 100 gramos.

Se podrían anunciar siempre y cuando las grasas totales y las grasas saturadas, el azúcar total y añadido, o los niveles de sal estén por debajo de los limites que se establecerían para cada producto.

Parece que el Ministerio de Consumo ha decidido ponerse en línea con la normativa que ya tienen parecida en otros países como Reino Unido, Portugal o Noruega. Evidentemente aún no está aprobada y está en fase de audiencia pública. Como siempre, deberemos esperar a ver en qué queda todo esto. Por ahora, en buenas intenciones y en una regulación necesaria que los dietistas-nutricionistas y profesionales de la salud llevaban pidiendo a gritos muchos años.