Cuando hablamos de reciclar a (casi) todos se nos viene a la cabeza el reciclaje, el ahorro energético o disminuir el uso de plásticos que, desgraciadamente, inundan nuestros mares. Especialmente esta última semana, donde el tema de la sostenibilidad y el cambio climático ha ocupado titulares y artículos en medios de comunicación y redes con motivo de la Cumbre del Clima que se celebra hasta el 13 de diciembre en Madrid.

Y aunque todos estamos concienciados con este tema, bien porque tengamos especial sensibilidad al cambio climático y a la destrucción de ecosistemas, o bien porque gracias al constante bombardeo de este tipo de mensajes en los medios de comunicación hemos acabado interiorizando el mensaje; hay un tema que, aunque se ha hablado de él, a lo mejor no hemos profundizado todo lo que se merece: la huella de carbono de lo que comemos.

No hace tanto aparecía en los medios de comunicación el impacto que tenía en el planeta el uso masivo del aceite de palma. Y, aunque el tema empezó enfocado en lo perjudicial que podría llegar a ser para nuestra salud, la verdadera génesis de ese movimiento que vivimos hace un par de años venía de un informe de retirada de este ingrediente por una famosa cadena de supermercados con motivo de evitar el impacto sobre el planeta que éste tenía. De repente fuimos conscientes de la deforestación que causaba el uso de este aceite sobre los bosques y selvas, y descubrimos que estaba siendo usado de forma masiva, especialmente en alimentos ultraprocesados y poco recomendables para quienes querían seguir una dieta saludable.

Lo mismo pasó con el coco, la panga, y en último lugar, gracias a un reportaje de Equipo de Investigación, del impacto del aumento de consumo del aguacate. Un fruto que, solamente por los requerimientos de agua que necesita, tiene un impacto muy visible en zonas del mundo y de España, como, por ejemplo, la huerta de Almería. Pero, ¿son los “nuevos” alimentos que se ponen de moda lo que más impacta sobre el medio ambiente? Desgraciadamente, la respuesta es no.

¿Cuáles son los alimentos que más contaminan?

Como hemos dicho, no sólo los alimentos que, de repente, se ponen de moda y todo el mundo consume en grandes cantidades (como el coco y el aguacate), o los que vienen de otros continentes (como la panga o la palma) son los responsables de que nuestra dieta sea, cada vez, menos sostenible. Es verdad que es innegable que su impacto, debido al aumento de su consumo a niveles antes conocidos, es crucial para nuestro planeta. Pero en nuestras neveras y despensas también tenemos otros alimentos más corrientes que no dejan de ser, a largo plazo, y con el consumo actual que tenemos de ellos, totalmente insostenibles.

¿De qué alimentos estamos hablando? La respuesta es fácil: de aquellos alimentos que más CO2 generar en su producción y mayor gasto de agua tienen. Dos puntos cruciales para el control del bienestar medioambiental. Y no sólo por su cultivo o crianza, también por su manipulación, transporte, envasado y preparación. ¿De quienes estamos hablando?

· Carne de ternera

Haz una reflexión interna mientras lees este artículo. ¿Cuántas veces a la semana comes ternera? No sólo en forma de filete, si no en la carne que añadimos al cocido, en las hamburguesas, carne picada para la pasta y otros platos, como albóndigas, etc. Pues resulta que es una de las carnes que más contamina su producción a nuestro planeta. Concretamente, cada kilo de carne de ternera que se produce, genera aproximadamente 27 kg de CO2.

Que puede parecer poco, pero si lo comparamos con las emisiones de un coche medio de motor gasolina (teniendo en cuenta que produce 0,100 kg de CO2 cada kilómetro), estaríamos produciendo la misma cantidad de dióxido de carbono que este coche generaría en el trayecto de Madrid a Zamora. Es decir, aproximadamente unos 270 kilómetros.

Aunque no se trata de dejar de comer carne de ternera, es verdad que la reducción de su consumo ahorraría a nuestra atmósfera de una gran cantidad de gases contaminantes y que son responsables directos del efecto invernadero. No sólo por el planeta, también por nuestra salud. No hace tanto que la OMS sacó un comunicado donde alertaba del excesivo consumo de carne roja en nuestra alimentación, instando a reducir su consumo para evitar el aumento del posible riesgo de enfermedades asociadas, como diferentes tipos de cáncer.

• Queso

Y aunque como manchego de raza me duela decirlo, el queso es otro de los alimentos que están en el punto de mira climático. Se calcula que este producto tiene una huella de carbono similar a la de todos los derivados de la leche, fundamentalmente por su procesamiento. Desde la obtención de la materia prima (la leche), pasando por el tratamiento, envasado, transporte, distribución y consumo, se calcula que genera más emisiones que otros alimentos.

Concretamente hablamos de 13,5 kg de CO2 por cada kilo de queso que se produce. Es decir, la misma cantidad que produce un coche que va desde Madrid (seguimos tomando como referencia el kilómetro cero de la capital) hasta casi llegar a Cuenca. Unos 135 kilómetros.

Pero el problema más grave viene cuando el queso no es nacional, si no que viene de fuera de nuestras fronteras. Aquí la huella de carbono se dispara en función de la procedencia del queso. Porque, a todas estas emisiones hay que añadir la del transporte. Según venga de Holanda, Francia, Turquía, etc., la huella variará. Por eso, un pequeño gesto con nuestro planeta es consumir los quesos que fundamentalmente están producidos en nuestro país. Esto, junto con consumir la cantidad recomendada en las guías alimentarias, ya ahorraría unos cuantos kilos de dióxido de carbono a nuestra atmósfera. A parte, claro está, de que nuestra salud lo agradecerá.

Carne de cerdo

Si consumimos más carne roja y de ternera de la que debiéramos, con la de cerdo no hacemos una excepción. De hecho, según diferentes estudios, los españoles, de media, consumimos 6 veces más carne de la recomendada y que necesitamos. Y una gran mayoría de esta carne proviene del cerdo y sus derivados. No por nada en nuestro país es famoso el refrán que del cerdo se aprovecha todo, “hasta sus andares”.

Pues este “superaprovechamiento” del cerdo tiene sus consecuencias más allá de la salud. Cada kilo de carne de cerdo y derivados que se produce, genera un total de 12,1 kg de dióxido de carbono. Y, siguiendo con la comparativa de los gases producidos por un coche, equivaldría a la misma cantidad de un trayecto desde Madrid a Ávila. Incluso algunos kilómetros más.

• Salmón

El rey de los pescados azules. Uno de los más queridos y más consumidos después de la gran campaña que se hizo de él y de sus grandes aportes de Omega 3. ¿Quién no consume varias veces al mes este pescado, ya sea fresco, congelado o ahumado? Especialmente ahora que los precios de este alimento se han rebajado a unos niveles que nunca habíamos conocido. Aún recuerdo cuando era un alimento que, aunque sano, no todos se podían permitir meterlo cada semana. Y, por eso, se buscaban alternativas como sardinas, boquerones o las caballas.

Pero, detrás de esa “democratización” del precio, hay un lado menos positivo para el medio ambiente. La mayoría de estos salmones vienen de piscifactorías. Y como ya pasara con la panga, el impacto de este tipo de explotaciones, cuando se hace de forma tan masiva, tiene su coste medioambiental asociado. Por eso, este punto no solo se lo vamos a dedicar al salmón, si no a todos los pescados que vienen de este tipo de producción.

El mantenimiento de estos sistemas supone un gran consumo de energía, además del coste ambiental de alimentar a los peces, el transporte y su refrigeración durante el trayecto, en la venta, y la conservación del hogar. Todo esto supone una emisión aproximada de 5,2 kg de CO2 por cada kilo de salmón de piscifactoría. O lo que es lo mismo, un trayecto en coche desde Madrid a los alrededores de Guadalajara.

Estaría bien recordad que, en España, por suerte, contamos con alternativas que también aportan Omega 3, y que vienen de la pesca de nuestros mares, como las sardinas, las caballas y los boquerones. Aunque, cabe recordar, que, en general, los españoles vamos sobrados de proteínas. Nuestra dieta ya aporta, de media, 2 veces las proteínas diarias que necesitamos. Por eso, un gesto medioambiental comienza con reducir el consumo de proteínas animales, y compensarlo con un aumento de las proteínas vegetales, como la de legumbres y frutos secos. De hecho, estas últimas, cuando miramos su huella de carbono, distan mucho de los niveles tan elevados de emisiones que acabamos de ver.

¿Cuáles son los alimentos que menos contaminan?

De forma general, podemos decir que todos los alimentos que no necesitan un gran recorrido para llegar a nuestra mesa, serían los ejemplos ideales de alimentos que menos contaminan. ¿Alguna ve has pensado la gran cantidad de alimentos importados que consumimos? Por ejemplo, piñas que vienen de Costa Rica, o tomates de Marruecos. ¿De verdad es necesario traerlos de ahí? ¿Es tan fundamental la piña en nuestra alimentación como para tener que traerlas desde tan lejos?

Pensemos que este transporte de alimentos, ya se por mar, aire o tierra, consume una gran cantidad de combustible. Y si tenemos en cuenta las distancias tan largas que recorren, las emisiones de gases de efecto invernadero multiplica la huella ambiental de los alimentos que van dentro de ese medio de transporte. Por lo que, el simple hecho de que compremos alimentos que sean producidos en España, es un gran gesto ecológico, muchas veces superior a gastarnos más dinero por comprar alimentos con etiqueta “bio” o “eco”.

Pero, a parte del transporte, a nuestro alrededor tenemos alimentos disponibles que, simplemente por la forma en la que se obtienen, su huella de carbono es mucho menor que los alimentos que antes hemos visto. Por poner un ejemplo, un kilo de tomates emitiría 1,1 kg de CO2. Ni una décima parte de las emisiones de un kilo de carne de ternera.

O el brócoli, un alimento que, además de ser uno de los alimentos que más vitaminas, minerales y antioxidantes puede aportar a nuestra dieta, se calculó que las emisiones de carbono que genera son de 2 kg por cada kilo de este alimento. Y si hay uno que para mi se lleva la palma, por sano, por sus aportes nutricionales, y que puede ser (y es) una alternativa perfecta al excesivo consumo de carne, esas son las lentejas. 0,9 kg de CO2 por cada kilo de lentejas. Nada comparado con el resto de alimentos, además de tener unos requerimientos de agua para su cultivo de los más sostenibles de nuestra dieta.

De forma resumida, ya te habrás podido dar cuenta que, simplemente siguiendo una verdadera dieta mediterránea, basada en más vegetales y menos animales, con alimentos de temporada, de cercanía, y en las cantidades que necesitamos, es el mayor gesto de ecología que podemos hacerle al planeta. Y no sólo para el planeta, para tu salud, y para tu bolsillo. Porque, curiosamente, los alimentos más sostenibles, también son los alimentos que, la mayoría de las veces, tienen un coste más pequeño para nuestros bolsillos. ¿Qué mas necesitas para hacerte eco?

·