Empieza a acercarse el verano y, aunque aún no ha llegado el buen tiempo en su plenitud, las horas de sol nos avisan que aún arrastramos los kilos de navidad, semana santa y, este año especialmente, el confinamiento y la reducción de movilidad. El tiempo apremia y querer perder todo el peso que nos sobra de la forma más fácil y rápida posible es un deseo que casi la gran mayoría de los españoles comparte.

Desde este deseo compartido es entendible que todos los años aparezcan dietas “definitivas” que nos prometen solucionar todos nuestros problemas de peso sin esfuerzo. Pero lo que no dicen ni de refilón son todos los problemas y riesgos para la salud que conlleva seguirlas e incluso dejarlas. Y no solo hablo de recuperar el peso perdido y el famoso efecto rebote (unos kilitos extra de propina), si no del estrés y consecuencias para nuestros órganos como músculos, corazón, hígado, páncreas o riñones.

Por eso es importante aprender a identificar (y a huir) de una dieta milagro y de sus peligros. Porque están extendidas, y mucho. Sobre todo en internet. No por nada, según un informe de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEEDO), solo 2 de cada 10 españoles que intentan perder peso lo consiguen y mantienen esa pérdida. En cifras globales, el 75% de los españoles adultos ha intentado adelgazar en algún momento de su vida. De ellos, solo el 19% acude al médico, mientras que el 92% recurre a las dietas milagro, a pesar incluso de que no creen en sus beneficios para la salud ni en su promesa de resultados rápidos.

Diez pasos para identificar una dieta milagro

La primera regla general es fácil: cualquier dieta que prohíba comer o sugiera que podemos comer un alimento sin ningún límite, sea cual sea, es sospechosa de dieta milagro. Pero esta regla no siente está tan clara, por eso debes tener en cuenta estas diez claves que puede ayudarnos a identificarlas.

1. Pierde más de dos kilos cada semana

Pura dieta milagro. De hecho, las dietas que son muy agresivas, como pueda ser las dietas altas en proteínas (Atkins, Montignac, Dukan, …) y que, además, disminuyen o nos quitan la ingesta de hidratos de carbono generan al cuerpo cetosis, ya que, al disminuir la capacidad de generar glucosa suficiente para cubrir las demandas del cuerpo, éste intenta quemar la grasa de forma rápida produciendo como efecto colateral cuerpos cetónicos.

Este estado de cetosis es conocido popularmente como “acetona” (reconocible por el olor del aliento a almendras amargas) y tiene consecuencias a medio y largo plazo para el cuerpo. Desde la falta de apetito (aunque a priori puede parecer un beneficio más que una consecuencia negativa), hasta náuseas, estreñimiento, carencia de vitaminas y minerales, debilidad del sistema inmunitario, disminución del rendimiento intelectual, descalcificación ósea, aumento del colesterol en sangre y del ácido úrico, y, en algunos casos, piedras en el riñón por la gran cantidad de proteínas que se comen.

No nos podemos olvidar también del aumento del riesgo cardiovascular que supone porque aumentamos paralelamente el consumo de grasas saturadas que provienen de las carnes, embutidos, quesos, huevos, mantequillas, margarinas, lácteos o mayonesa. Ya que, la carencia de hidratos de carbono la suplimos consumiendo más de este tipo de alimentos. No nos engañemos, no comemos menos, comemos diferente (y mal) con este tipo de dietas.

2. Dietas con nombre propio

Si tiene nombre, deja de ser un tratamiento para convertirse en un producto. La industria de la dietética y del adelgazamiento mueve millones y, detrás de todo ello, hay grandes equipos de marketing. Da igual que sea un libro, una dieta, un suplemento. Detrás hay un plan para vender más y mejor el concepto. Si tiene nombre propio, seguro que alguien lo ha puesto adrede para que nos suene y nos enganche.

Analiza el nombre y el eslogan. Sobre todo, identifica las que tienen nombres atractivos y que ya nos dan a entender que vamos a tener resultados casi sin esfuerzo (por arte de magia). Por ejemplo, la dieta de la Bella Durmiente, la dieta Detox, o la dieta de la Clínica Mayo. Al final las dietas son personalizadas y ninguna es universal. ¿Te imaginas que los dietistas-nutricionistas tuviéramos que poner nombre y apellidos a todas y cada una de las dietas que podemos llegar a hacer en un día? Se nos acabarían al primer mes.

3. Tiene un embajador

Los famosos “prescriptores” famosos. En revistas, internet, televisión, en anuncios. Muchas veces ese plan maravilloso para adelgazar viene acompañado de una cara que conoces, confías e incluso admiras: modelos, actores y actrices, presentadores, deportistas. ¿De verdad crees que han seguido la dieta antes de recomendarla? Seguramente no. Y si lo han hecho, espera unos meses antes de empezarla y observa si mantienen la pérdida…

Es un punto clave para identificar una dieta milagro y el fraude que hay detrás, cuando necesitan de un celebrity para venderse y se valen de su imagen para convencernos. No dudo que esa persona sea muy buena en lo suyo, pero para prescribir dietas necesitas unos estudios oficiales que te acrediten. ¿Te fiarías si ese mismo famoso te tuviera que operar del corazón? Lo mismo con la dietética.

4. Un alimento mágico

También conocidas como “monodietas”. La dieta de la piña, del sirope de arce, de la alcachofa o la de la sopa. ¿Funcionan? Si claro, solo comes un alimento hasta que lo odias. Es normal que pierdas peso, al final, comes menos calorías de las que gastas normalmente. ¿Es sana? Ni de lejos. Las carencias nutricionales que desarrollas son directamente proporcionales al tiempo que la sigues.

Además, has firmado tu sentencia casi de por vida. En estas dietas que adelgazas tan rápido lo normal es que tu “metabolismo” quede tocado y te hagas esclavo de dietas muy restrictivas. Por no nombrar de que vete olvidando de tu vida social, tu día a día, porque no puedes comer nada más que ese alimento. Además, la “prohibición” suele venir acompañada de la compulsión.

Es muy normal ver gente que sigue este tipo de dietas y las acaba abandonando por todo lo alto, con un gran atracón de todo lo que no ha podido comer durante mucho tiempo. Por lo que doble peligro: tu metabolismo va a utilizar las calorías para engordar el doble, y todo el esfuerzo por la borda

5. Menos de 1.500 kilocalorías

Para perder peso hay que comer menos calorías que gastamos. Esta es la máxima del proceso de adelgazar. Pero cuidado. Dietas muy bajas en calorías, como las de 1.200 kilocalorías diarias o menos, suponen un consumo acelerado de las reservas grasas de nuestro cuerpo, una acidificación del pH sanguíneo y casi un efecto similar a la cetosis que hemos hablado antes.

Además, una de las máximas de nutrición que enseñan en la carrera es que es muy difícil, por no decir casi imposible, que en una dieta de menos de 1.500 kilocalorías aportemos todas las vitaminas y minerales que necesitamos cada día. Por eso siempre hay que hacerlas con supervisión y valorar con el dietista-nutricionista si necesitamos esa dieta, y en caso de hacerla, si necesitamos un suplemento nutricional.

6. Sin cantidades de nada

No hay ningún alimento que podamos comer todo lo que queramos. Algunos es más difíciles pasarse que otro, pero en nutrición, todo tiene límites y como he repetido mil veces, esta es una ciencia de términos intermedios.

Ten en cuenta que el objetivo de una dieta no es la pérdida de peso, si no que es la consecuencia. El verdadero objetivo es corregir e instaurar unos buenos hábitos alimenticios en el paciente para que nunca tenga que volver a “hacer dieta”. Y en este proceso es importante aprender las raciones, ya que no necesita lo mismo un niño, que un adolescente, que un adulto, que una persona mayor.

Por eso, si nos prometen “come todo lo que quieras”, “cantidad libre”, etc… lo normal es que sospechemos que es una dieta milagro. Aunque sea fruta. Ya que, muchas veces, el comer mucho de algo desplaza el consumo de otros alimentos que pueden ser igual o más importantes. Nada es gratis en nutrición.

7. No combina alimentos

Hay que aprender a reconocer los alimentos que más nos ayudan a seguir una alimentación sana. E igual de importante es aprender a combinarlos para que aporten todo lo que tienen que aportar y ninguno ocupe el lugar de otro. Además de que ayuda a controlar el apetito y a instaurar buenos hábitos.

En el mundo de las dietas mágicas existen dietas que esta combinación no se basa en lo que aportan los alimentos, si no que hablar de “puntos” y de cuántos puntos puedes comer cada día. Claro, como el objetivo es no pasarse de esos puntos, no nos fijamos en qué alimentos comemos. De hecho, podemos “consumir” esos puntos diarios solo a base de bombones o de lo que más nos gusta, pero no tenemos en cuenta en qué estoy aportando de más o de menos.

La mejor manera de aprender a combinar alimentos son el plato de Harvard o la pirámide de la alimentación saludable española. Todo lo demás, como diría el gran Javi Fuente en Más Vale Tarde: bacalá.

8. Una dieta única para dominarlos a todos

Yo soy moreno, bajito y sandunguero. Pero mis hermanos han tenido la suerte de ser altos, rubios y con ojos azules (basado en hechos reales). No todos somos iguales, no todos tenemos el mismo ritmo de vida, ni todos estamos en el mismo momento de nuestras vidas. Por ello, no todos podemos ni necesitamos la misma dieta.

Toda dieta bien planteada debe adecuarse a nuestro sexo, edad, estado de salud, nivel de actividad física e incluso preferencias alimentarias, horarios y rutinas de trabajo. La dieta de la vecina no es mi dieta. Por lo que si no hay personalización ni un estudio previo de mi estado nutricional y de salud la respuesta es fácil: dieta milagro. Huye lejos y busco un profesional que te haga un “traje a medida” para ti. Además de más sano, seguro que tienes más éxito al seguirla.

9. No menciona a las zapatillas de deporte

El famoso “gym y ñam” que hablan los influencers en redes sociales. No hay dieta de adelgazamiento sin actividad física. Esto es así, un matrimonio para toda la vida. Si no te habla de actividad física regular y adaptada a ti: dieta milagro. O por lo menos, te la ha diseñado alguien que poco sabe de nutrición humana y dietética.

El ejercicio físico diario (atención que he dicho ejercicio físico, no gimnasio. No es la única opción de movernos y, muchas veces, no es recomendable para todos) además de fortalecer nuestra salud, es el complemento perfecto para una dieta porque ayuda a quemar mas calorías (por lo que la dieta es menos restrictiva), regula la saciedad, activa la motivación y fabrica músculo: un órgano que gasta muchísimas calorías por el mero hecho de estar vivo. Cuanto más tengamos, más calorías gastamos, más “adelgazamos”. Y si encima lo ejercitamos, ni te cuento.

10. Dieta con pastillas

Y el truco definitivo y, seguramente, uno de los más peligrosos. Antes he dicho que dietas muy restrictivas puede ser que necesiten un suplemento nutricional. Esto lo valorará el dietista-nutricionista y nos irá indicando cuál y cuando tomarlo. PERO (siempre hay un pero), desde primera hora tenemos que gastarnos un dineral en pastillas, batidos, infusiones, sobres, barritas y cualquier mejunje: huye.

Muchas dietas milagro se basan desde el momento cero en suplementos presuntamente adelgazantes (no existe ni uno) o diuréticos (que no adelgazan, nos deshidratan) para favorecer que el numerito de la báscula baje. Además de peligroso, irracional y caro, este tipo de dietas no son sostenibles en el tiempo ni nos enseñan buenos hábitos. Es decir, cuando acabemos la dieta, al tiempo, volveremos a nuestro peso, y vuelta a empezar el ciclo: es decir, nos vamos a hacer esclavos de las dietas. Algo que hay que evitar cuando nos planteamos adelgazar.