Día 64 de confinamiento. Con más de 27.000 muertos, 230.000 contagiados, 3,4 millones de parados, otros tantos en ese limbo que son los ERTE, y la probabilidad de endeudar España hasta la próxima glaciación, cabría pensar que nuestra clase política, cuyos líderes son gente joven y guapa, cool y supuestamente comprometida y preparada, tiene un plan. Pues nada más lejos de su intención.

Dos meses de pandemia sólo han cronificado viejos vicios. Bronca, insultos, negacionismo, postureo en fotos carne de memes, carencia de ideas, escasa empatía y nulo compromiso con el país. Lo importante es que los míos pisen moqueta y si para ello tengo que lanzar a media España contra la otra media habrá merecido la pena. Una crisis de este tamaño sólo es una oportunidad para enardecer a los propios y acosar al contrario. Nada de ceder, nada de aportar, el de enfrente debe ser tratado no como un oponente político, sino como una fuerza invasora extranjera que hubiera ocupado el poder subido en un tanque.

Pero como me dijo Reverte una vez en una entrevista, los tontos son más peligrosos que los malos, y nuestros dirigentes, que no vienen del espacio exterior y son fiel reflejo de nuestra sociedad, dan a diario pruebas no sólo de su desinterés y falta de apego por el bien común, sino también de falta de preparación. A continuación ilustraré esta afirmación con unos ejemplos de abulia que a los ciudadanos nos han costado tiempo, dinero y en muchos casos, quebranto para la salud. Ni que decir tiene que estas muestras de incompetencia no suelen llevar aparejadas dimisiones o admisión alguna de responsabilidad. Hasta ahí podíamos llegar.

En abril el Gobierno adquirió mascarillas a una empresa china que no cumplían el nivel de protección, el Ministerio de Sanidad tardó una semana en retirarlas. La broma nos costó 2,1 millones de euros. Seguimos sin conocer como nos colaron semejante tocomocho y si alguien ha asumido la responsabilidad o la si la culpa fue del cha-cha-cha.

Luego llegó el pedido de test defectuosos, también adquirido en una empresa china al doble de su precio de mercado. Esta vez hubo suerte y Sanidad canceló a tiempo el pedido y acordó reemplazar los test por otros, supuestamente más fiables. Pues tampoco. Nos la vuelven a colar y el Gobierno aun trata de recuperar el dinero gastado de forma tan incompetente. Parece que la cartera de proveedores chinos nos la hubiera facilitado el Dioni.

Como la inoperancia está más extendida que el virus, también otras administraciones han querido correr y dar sensación de dinamismo y eficacia para caer como tolais en las redes de empresas desaprensivas. La Comunidad de Madrid adquirió en marzo 100.000 test para los sanitarios. La presidenta Ayuso vendía sus bondades como pan caliente. "Los mejores que se han traído a España" alardeaba. "Con un 92% de sensibilidad para realizar un estudio selectivo de anticuerpos" aseguraba ufana. Unos días después el Servicio de Farmacia de la Dirección Asistencial dejaba caer que uno de cada tres positivos era falso. La presidenta no ha vuelto a hablar del tema.

La Junta de Andalucía también quiso romperse por su gente la camisa como Camarón y se echó al ruedo del mercado de test en pleno pico de la pandemia. Para no romper la tradición, acudió a la misma empresa china que surtía al Gobierno a adquirir 60.000 test que el Consejero de Presidencia vendió a la plebe como la panacea en la lucha contra la Covid. Pocas horas después se daban de bruces contra la realidad. Los test tenían una sensibilidad inferior al 30%. ¿La solución? la clásica entre la clase política que nos ha tocado vivir: negar haberla comprado del mismo distribuidor que ya engañó al Gobierno y correr un tupido velo. El vulgo es sumiso y olvida pronto.

No quisiera pasar por alto el capítulo de dimisiones, sobre todo por lo inusual de las mismas en este país. Hemos tenido hasta tres en estas últimas fechas, lo que provoca más sensación de vivir en una novela de ciencia ficción que llevar 63 días sin pisar un bar.

Tenemos la renuncia de la Consejera de Sanidad de Aragón, Pilar Ventura, que ante las protestas de los médicos por tener que vestir batas confeccionadas con bolsas de basura llegó a asegurar que la confección de ropa de trabajo con este novedoso material "estimulaba" a los sanitarios y les hacía sentirse más involucrados en esta lucha contra el Coronavirus. Algo así como el "manos ocupadas, cabecita despierta" que me repetía mi abuela. Por lo visto los profesionales de su comunidad no comparten el gusto de Ventura por el humor británico y ha tenido que dejar su puesto. Lambán la despidió loando su "altura ética, moral, de compromiso y dedicación". Parece que él sí gusta del humor absurdo. Igual le ofrece el cargo a Joaquín Reyes.

Otra dimisión que tiene un formato es la del director de Emergencias de la sanidad vasca, Jon Sánchez Ibarluzea. Denunciado por saltarse el confinamiento para acercarse a su segunda residencia. Le cazó la policía de Castro Urdiales tras la llamada de dos vecinos.

Preveo juntas vecinales animadas en ese bloque. Sánchez, que sustituía a su vez a otro dimitido un año antes, aseguró que buscaba refugio antes de las pruebas de la Covid que tenía que hacerse para no contagiar a personas de su alrededor. Pero él sabía que Osakidetza había puesto hoteles al servicio de su personal. No coló. Urkullu aceptó encantado su renuncia.

Por último tenemos la dimisión de Yolanda Fuentes, directora general de Salud Pública. Quiso poner por delante la salud de los madrileños a los intereses de algunos sectores económicos y ante la falta de interés de sus jefes optó por la honorable decisión de dejar al ejecutivo madrileño solo con una solicitud de cambio de fase que naufragaba estrepitosamente unas horas después. Fuentes tenía razón, pero el Gobierno de Madrid prefiere culpar a Illa de tenerle manía a Madrid antes que reconocer su precipitación. Pum! y patadón palante...un clásico de Clemente...y de nuestra política.

Parece que entre aquellos recortes y la actual tendencia a la improvisación, la canícula nos pillará desescalando… o confinados por algún rebrote. Con récord mundial de fallecidos y sanitarios afectados, con largas filas frente a los comedores sociales y concentraciones de vecinos del elitista barrio de Salamanca blandiendo palos de golf al grito de "libertad".

No puedo evitar sonreir cada vez que escucho la afirmación de que esta crisis nos hará mejores...