Si el abandono y la suciedad en las calles de las metrópolis se premiara, Madrid tendría que liberar a un funcionario para recoger tanto galardón. La capital es un completo y extenso muestrario de socavones, basura, mojones de perros de todo color y consistencia, enseres abandonados y papeleras rebosantes.

Un vecino de Kinshasa pondría el grito en el cielo. La culpa en estos fenómenos esta muy repartida: políticos de todo signo incapaces desde hace décadas de mantener barrida la villa y corte, empresas que sólo buscan sacar lustre a sus beneficios a base de recortar servicio y trabajadores y una vecindad que pasa de su ciudad. Tristemente acostumbrada a ver sus calles como un vertedero, para sorpresa de los que visitan la capital, sean de Estocolmo o Zamora.