La respuesta corta es que odia a Yolanda Díaz porque es una mujer a la que no pudo utilizar. Pablo Iglesias tenía un plan para matarla políticamente y usarla como escudo para que fuera Irene Montero la que emergiera como líder. La nombró como sucesora para eso, para utilizarla como camino transitorio al liderazgo de la exministra de Igualdad porque Ione Belarra nunca ha sido más que un peón prescindible en un juego que le trascendía y al que no tenía fuerza para oponerse. La respuesta larga es que en el espacio que capitalizó Podemos desde el año 2014 ya no hay espacio para una relación política que no esté completamente intoxicada por los humores personales. Podemos, después de 10 años, ya solo es un espacio político-identitario-empresarial en el que se dirimen vendettas. De lo personal es político, a todo lo político es un problema personal.

Podría decirse que en la relación entre Yolanda Díaz y Pablo Iglesias habita una dimensión ontológica de la política, porque toda interpretación de su relación, sin importar si hay una relación de odio, o una expresión puramente política, es ontopolítica. Para la izquierda todo conflicto tiene una dimensión ontológica porque su misma existencia define el terreno de lo político. No importa si lo político define el odio, o es el odio lo que define lo político porque existiendo el conflicto se define su carácter ontológico. Es decir, ya sea la inquina personal o una estrategia política lo que mueve a Pablo Iglesias la indubitada existencia del conflicto define los marcos de la disputa política.

 Nombrar a Yolanda Díaz en contra de su voluntad fue un intento por destruir la credibilidad del liderazgo que la ministra de Trabajo se había forjado con su labor ministerial. El acto de la sucesión fue un ejercicio maquiavélico para destruirla mediante la exposición, intentando poner en primera línea a quien pretendes desgastar y asumiendo que la misma erosión que sufrieron los liderazos en Podemos acabarían con Yolanda Díaz, engrasando ese desgaste provocando quiebras internas. El nombramiento de Yolanda Díaz a dedo pasando por encima de sus deseos fue un acto excelso de machismo porque Iglesias consideró que tenía la potestad de decidir por ella sin consultarle nada para proyectar hacia el futuro el liderazgo de Irene Montero ya que consideraba que en aquella fase estaba en condiciones de crecer desde el ministerio de Igualdad tal y como había hecho Díaz desde el ministerio de Trabajo.

Pablo Iglesias siempre tuvo como objetivo preservar el liderazgo del espacio en la familia pero le salió tan bien como a Susana Díaz poner a un señor guapo sin carisma a competir con Eduardo Madina. La elección de Yolanda Díaz fue una estrategia correcta según el análisis de Iglesias, pero con puntos de incertidumbre que fueron los que acabaron siendo los que marcaran el camino, porque cuando cedes el poder, pierdas la seguridad de poder recuperarlo y de que sea usado en contra de tus intereses. Eso es lo que ocurrió, Yolanda Díaz mostró autonomía política y destruyó el plan de la cúpula de Podemos. Lo que no quiere decir que la guerra haya terminado, porque a falta de construir un proyecto convincente el único objetivo de la dirección morada es afianzar un nicho del que vivir y tomarse la venganza destruyendo el proyecto político de Sumar. Para Pablo Iglesias, una vez que no ha logrado el poder le da lo mismo que el PSOE acapare y capitalice a toda la izquierda. El proyecto político ha terminado y ahora solo queda afianzar el personal.

El nombramiento venía derivado por el diagnóstico hecho por Pablo Iglesias de que Podemos estaba en un declive de difícil solución para hacerse hegemónico del espacio. Sabedor de que ya solo podría ser un socio minoritario del PSOE y la ventana de oportunidad para su proyecto se había tapiado había que asegurarse una salida personal y familia. Pablo Iglesias buscaba evidenciar en Yolanda Díaz la derrota, una práctica política teorizada por el movimiento feminista que se llama efecto "Glass Cliff" y que Noemí López Trujillo explicó en un artículo sobre la feminización de la política por derrota. Un proceso por el cuál las mujeres asumen los liderazgos en fases de crisis sociales, políticas o internas de los partidos. Comerse el marrón y gestionar la disolución.

Pablo Iglesias utilizó todas las armas posibles para destruir a Yolanda Díaz y estuvo a punto de conseguirlo con la Reforma Laboral. El exvicepresidente consideraba completamente irrelevante el contenido de la norma. No le importaba lo que decía, los beneficios que tenía, ni las lagunas que hubiera. Para Iglesias era mucho más importante mantener unido lo que consideraba una alianza estratégica con ERC y Bildu así que aprovechó que las formaciones independentistas iban a votar en contra para intentar maniobrar contra su aprobación. Lo hizo incluso utilizando trabajadores del partido que estaban a sus órdenes y se mantenían en el equipo de Yolanda Díaz en el intermezzo hasta que la ministra de Trabajo formaba su propio equipo. Fue un tiempo en el que quien organiza las cacerías digitales en Podemos se postuló ante Yolanda Díaz para que le mantuviera como asesor en vicepresidencia porque decía que tenía una muy buena relación con Pedro Sánchez. Muchas de las maniobras de ahora se entienden porque no les colocaron en su momento. El intento por tumbar a Yolanda Díaz con la no aprobación de la Reforma Laboral estuvo cerca de prosperar si no llega a ser por el voto negativo de Alberto Casero. No sabemos si Iglesias tenía conocimiento previo de que el PP tenía comprados a dos tránsfugas para tumbar la norma, lo que sí conocemos es la excelente relación con miembros conservadores que sabían antes que Ione Belarra que Podemos se iría al grupo mixto.

Yolanda Díaz sabía desde el primer momento que el nombramiento era envenenado y que se buscaba usarla como puente hacia el liderazgo de Irene Montero. Por eso acabó rodeándose de afines y de todos aquellos que fueron purgados por Pablo Iglesias y tenían un rencor que facilitaría el aislamiento del bunker de Podemos. Díaz pagó a Iglesias con la moneda que este había venido utilizando desde que vino de Europa para hacerse con el poder interno de la formación y laminar cualquier disidencia interna tras Vistalegre II. La resolución del conflicto aún no la hemos visto. El modo en el que Podemos utilizó las cesiones en los puestos de las listas para lograr un grupo tránsfuga de cinco diputados, que no hubiera logrado de ninguna otra manera, y atreverse a tumbar una norma que incluía derechos para los parados y las mujeres con hijos lactantes es una muestra de que los cuchillos están afilados y dispuestos para usarse sin ningún tipo de línea roja. Yolanda Díaz se ha equivocado en su relación por Podemos si quería una legislatura productiva, hay quien considera en los medios que lo ha hecho por la dureza con la que trató a Podemos, pero dentro de la coalición es por lo contrario, por no haber matado al partido y haber sido mucho más transigente de lo que la dirección morada merecía. El hecho incontestable es que se ha equivocado porque ha facilitado a su mayor enemigo un poder que usarán contra ella desde el Congreso.

Los diez años de Podemos no pueden entenderse sin las filias y fobias personales. Nunca ha habido diferencias políticas o programáticas de calado que fueran las que de forma primordial explicaran los movimientos, la primacía de los enfrentamientos buscaban el mantenimiento del poder a costa de destruir a quienes se les tenía odio y agrupándose entre fieles. Es normal que en política haya que buscar argumentos para justificar ante el electorado que tus movimientos tienen una base ideológica, pero lamentablemente no es verdad. La única razón por la que ahora no se vota en el Congreso una norma que beneficia a los parados tomando como rehenes a los colectivos más vulnerables es para hacer daño personal a quien consideran que les hizo daño. El ser del espacio es la venganza.