Mario Tronti sentenciaba que el destino de los partidos es el destino de la política. En conclusión, la suerte de los partidos de izquierdas será la de la izquierda y esa aseveración nos obliga a analizar la salud de las organizaciones para prever cuál será el devenir de las ideologías de progreso en un tiempo en el que los nuevos fascismos campeonan de manera recurrente. Sumar tiene muchos problemas y ya es tiempo de que los afronten un año después de su presentación en comunidad en Magariños. El proyecto no se consolida y corre el riesgo de diluirse antes de llegar a haberse sustanciado. La lucha intestina, agresiva y visceral con Podemos, real y contada hasta el hastío, no puede ser la justificación para todo y toca abordar cuáles son los errores que está cometiendo, sin capacidad para marcar agenda, ni sacar adelante políticas públicas que sirvan para mejorar la vida de quienes les han votado. La coyuntura surgida tras la correlación de fuerzas del 23 de julio no es la mejor porque se ha dejado de tener una mayoría de progreso, pero la política consiste en jugar con las cartas que se reparten, no con aquellas ideales que todos quisiéramos para ganar la mano.

La izquierda española lleva un lustro sin pensar fuera de palacio. El artículo de Pier Paolo Pasolini en el Corriere della Sera en 1975, publicado en España sus Cartas luteranas, aporta una luz que es desconocida en el último tiempo. La izquierda española lleva varios años pensando en las intrigas de palacio y olvidándose de hablar fuera de su propia corte. Esa dinámica produce un desgaste lento pero inexorable. Una izquierda autorreferencial destinada a hablar solo de sí misma está destinada a ser marginal, sabemos lo que es eso porque hemos vivido muchos años allí y conocemos bien el paño. Sumar lleva tiempo cometiendo demasiados errores, muy flagrantes y continuos en el tiempo. El partido no es una ocurrencia de Yolanda Díaz. Es la lógica consecuencia del desgaste del espacio y un intento vano para soportar la caída en un nuevo ciclo político poco propicio para fuerzas de impugnación. Sumar no hubiera nacido sin los errores de Podemos ni la nefasta deriva de sus dirigentes con un desgaste inasumible, nadie hubiera cedido el liderazgo de Unidas Podemos si no fuera porque el sujeto político que lo lideraba estaba amortizado.

El primero de los errores de Sumar fue no cuidar más la relación con Podemos si consideraba que convenía tenerlos dentro de su coalición de partidos. Fue un error unirse a Podemos porque las grietas personales eran tan extremas que no había manera de que se pudieran integrar en una formación productiva. Se puede elegir ir por separado o junto, pero si se elige ir junto a ellos no se les puede castigar de manera recurrente e intentar arrinconarlos sin esperar que respondan para protegerse. Las organizaciones por encima de todo miran por su propia supervivencia, es la primera regla de la política, y no puede pretenderse que no fueran a defenderse con todo haciendo el mayor daño posible a quien comparte espacio ideológico con la esperanza de poder recuperar los apoyos perdidos. Podemos ha hecho lo que se esperaba, defenderse con la mayor saña posible, es lo normal, y no haberlo previsto es un error inasumible para un partido como Sumar que espera hacer política en primera división, donde no se hacen concesiones. Al preguntar a una fuente de Sumar qué harían cuando Podemos se pasara al grupo mixto y perdieran cinco diputados, se sorprendía de que yo creyera que se atreverían a hacerlo. No salía de mi asombro ante la falta de visión ante un movimiento tan evidente, capaz de dejarles en una posición de extrema debilidad para toda la legislatura porque no se comienzan batallas sin prever los movimientos del enemigo. La falta de capacidad diagnóstica sobre los pasos que iban a dar aquellos con los que mantenían una disputa abierta dejaba en evidencia una falta de diente retorcido para tomar algunas decisiones imprescindibles en plena batalla encarnizada por el poder.

La concurrencia a las elecciones en Galicia y el País Vasco de manera tan precipitada con la marca de Sumar fue otra de las grandes decisiones erróneas. No es normal que en pleno ataque de pánico por la supervivencia, y en medio de la irrelevancia electoral, sea Podemos quien haya tenido una decisión más inteligente en Cataluña que las que ha tenido Sumar en Galicia y Euskadi. Los morados son conscientes de que en Cataluña iban a sacar el mismo resultado compareciendo en las elecciones que sin hacerlo y se han evitado el golpe tremendo que les iba a dar el electorado antes de las europeas, lo que dejaría en serios apuros su apuesta para relanzar a Irene Montero en unos comicios donde se dirimirán las fuerzas en igualdad de condiciones y a nivel nacional los dos partidos que están en disputa en el espectro ideológico de la izquierda. En esos comicios el partido de Yolanda Díaz ha elegido como cabeza de lista para su candidatura a Estrella Galán, coordinadora de CEAR, una ONG que se encuentra inmersa en un conflicto laboral con sus trabajadores por el aumento indiscriminado del sueldo de sus dirigentes, aumentando la brecha salarial con la plantilla sin atender sus demandas. Una decisión que además lleva implícita un conflicto con el resto de partidos para la conformación de la lista. Ese es otro de los errores más graves que está cometiendo el partido rosado: la relación con los partidos que forman el movimiento.

Sumar no existe, es la suma de los partidos que lo componen, por eso la única manera de estar fuerte es potenciar a esas organizaciones allí donde están fuertes y no desgastar la marca acudiendo de manera atribulada a comicios donde existen socios de la coalición nacional instaurados en el territorio. La relación de Sumar con las organizaciones consolidadas en los territorios como Más Madrid, Compromís, Izquierda Unida y Comuns es difícilmente comprensible cuando depende íntegramente de ellos para garantizarse un mínimo despliegue sobre el territorio. Sería fácil imaginar el futuro de Sumar en las europeas si estas organizaciones le retiraran el apoyo y concurrieran en solitario; quedaría en la irrelevancia más absoluta.

La unidad de la izquierda es una entelequia a desterrar en este nuevo tiempo. Sumar y Podemos suman lo mismo juntos que separados. Las dinámicas de la competición virtuosa no funcionan y lo único que cambiaría es que con el mismo porcentaje tendrían menos escaños y por lo tanto no habría ninguna posibilidad de formar junto al PSOE un nuevo gobierno. Pero eso ya es una conversación inútil, con estos liderazgos es imposible que la izquierda esté unida y lo único que lo haría posible sería la llegada de nuevas personas sin tantas rémoras personales entre ellas. No es posible la unidad de la izquierda en la coyuntura actual y no hay que perder un segundo más en ese debate. La ocurrencia de IU de querer integrar nuevamente a Podemos en un proyecto unitario de izquierdas suena tan extemporánea que parece una burla a la razón. Si algo ha hecho bien Podemos es tener claro su rumbo y actuar acorde a esas motivaciones. Ellos han elegido un camino en solitario y actúan de manera coherente con su decisión, saben lo que quieren y su electorado, por minoritario que sea, sabe cuál es esa elección y la apoyan de manera incontestable. La indefinición de Sumar es la peor decisión posible.