Un refrán gallego dice que A formiga foi mexar ao mar e dixo que era unha axuda. Ese era el plan de Sumar para la campaña, apoyar una mayoría que quitara al PP de la Xunta. Pero no se puede uno agarrar a la roca en mitad de un temporal. Hay que esperar a tiempos apacibles para enraizarse y, así, cuando llega la tormenta, aguantar sin caerse. Es difícil encontrar un horizonte y un futuro cierto a la izquierda en el ámbito nacional. Los resultados nacionales de Sumar del 23J se pueden deshacer como un azucarillo si no hay implantación territorial, militancia y partido. Las elecciones gallegas son un ejemplo de lo que ocurre cuando las organizaciones se construyen desde arriba sin una base que los sustente. El liderazgo de Yolanda Díaz está sufriendo un desgaste incontestable después de más de dos años de guerras internas con Podemos. Los electores identifican con clarividencia cuando un espacio está en implosión. Esas disputas entre iguales son demoledoras para construir una opción ilusionante en la izquierda porque los votantes no les importa quién es el responsable de la autodestrucción ni quién pone palos en las ruedas, lo único que ven es la desolación tras la batalla.

Sumar ha fracasado de manera estrepitosa en su primera cita con las urnas como partido . El resultado es incontestable. No ha llegado al 2% de los votos y ha quedado por debajo de Vox en la tierra que mejor conoce Yolanda Díaz. Precisamente por ese conocimiento del territorio sorprende que Yolanda Díaz decidiera que las condiciones se daban para que su proyecto comenzara a andar. Galicia era territorio vedado por la implantación absoluta del BNG y era previsible que el resultado fuera nefasto. Se podía haber evitado este fracaso porque nadie exige a Sumar presentarse a los comicios autonómicos y locales hasta que no tenga integración en los territorios. Tocaba paciencia, y tocaron arrebato.

No era el mejor lugar para dar el paso cuando el BNG lleva años haciendo un trabajo magnífico sobre el territorio, con una candidata como Ana Pontón, que tenía la capacidad para ensanchar el espacio y robar votantes al PSOE de Galicia y a la izquierda poscomunista nacional. No se comprende que Sumar decidiera quemar sus naves en el peor espacio propicio porque la derrota se achacaría al liderazgo de Yolanda Díaz. Ha concedido una derrota a sus enemigos en una batalla que no tenía que haber dado porque nadie se la pedía. No había tiempo para desarrollar un proyecto en Galicia y se ha puesto una zancadilla innecesaria que, al menos, le ha salvado del desastre total porque su resultado ha sido tan nimio que no ha sido ni lesivo para evitar que el BNG junto al PSOE quiten la Xunta al PP.

Podemos. Qué decir de Podemos y de lo que un día fue. El partido morado ha quedado por debajo del PACMA con un 0,25% de los votos. Su único objetivo era presentarse para hacer daño a Sumar y ni para eso han servido porque su resultado es tan malo que ni ha podido herir un poco a Yolanda Díaz. El daño que se ha hecho Sumar ha sido autoinfligido por no saber calibrar bien sus fuerzas. Ya nadie va a pedir a Ione Belarra que asuma su responsabilidad por haber llevado a Podemos a la desaparición cada vez que se abren las urnas porque ya no le importan a nadie. Nunca un liderazgo fue tan pésimo en la izquierda española.

La sensación que queda tras las elecciones gallegas a la izquierda española es de desolación y de que no existe un proyecto fiable para el futuro más allá de ocupar ministerios sin pensar en el mañana. Es necesario que la izquierda haga suya la frase de aquel maqui que hablaba de avanzar con paso corto y mirada larga. Toca curar las heridas, olvidar los agravios y empezar a construir desde abajo. Aunque ya suene a frase vacía cada vez que contamos una debacle. Todas aquellas que no sean capaces de sentarse en una mesa con una igual deberían dar un paso al lado y dejar el camino libre para liderazgos que no piensen solo en cómo hacer daño al compañero. No nos importan sus traumas y complejos, quienes solo piensan en hacer daño a la izquierda con sus batallas que hagan un favor a la cultura política que nos precedió y dejen de molestar. Estén en el partido que estén y se llamen como se llamen. El pueblo no los merece.