Esa persona que ven ahí es usted y podría ser yo. Pero lo que le diferencia a él del resto es que se ha despojado de lo que pesa, de lo que sobra. Y soltar lastre es una actitud que ejercen los valientes. Ese hombre que ven ahí es Pau Donés dos semanas antes de fallecer. Un tipo libre que sabe que al final, al medio y al principio lo que importan son un puñado de palabras: perdón, gracias, te quiero.

Es una dieta básica que funciona. La utilizó en sus canciones, porque no necesitaba metáforas complejas ni tormentos envueltos en perífrasis. Le costaba mostrar afecto porque se crió en una casa y en una familia en la que estaba mal visto. Y acabó aprendiéndolo. "Me enseñó a querer", dice de su hija. Y enseña los nudillos de las manos. En una lleva tatuada la palabra amor; en la otra, Sara. No cree en la pareja, pero sí en la familia. "A tope", recalca.

La cámara lo muestra de cintura para arriba, con la sonda que lo mantiene alimentado e hidratado, con las arrugas de la edad y de los cinco años de enfermedad. De fondo, un salón en cuyas pareces luce una foto de Camarón de la Isla y el nombre de Mick Jagger. "Cualquiera de estos días me iré", dice. "Hablemos de la vida, no de la muerte", aclara.

'Eso que tú me das' es una charla con su amigo Jordi Évole, al que llama no porque quiera despedirse, sino porque tiene la necesidad de hablar con alguien. Es una conversación en la que el enfermo no para de hablar y el que pregunta se limita a escuchar, con ese flequillo al que siempre parecen sobrarle un par de centímetros. Es un Évole que enmudece y al que la sonrisa le sirve de comodín para enmascarar otras emociones. La lágrima, quizá. Puede que el abrazo.

Lejos del sarcasmo de otras entrevistas, asoma un Évole profundamente respetuoso. Que no cae en ningún tipo de sentimentalismo, que hace las bromas justas, que le quita la pompa y el boato que destilarían otros ante semejante afrenta. Ambos saben que será la última vez que se vean. No lo esconden pero tampoco lo exhiben. Bromean, se emocionan lo justo, se vacilan lo necesario.

Donés muestra el profundo amor que tiene por la música y asegura que desea ser recordado con respeto por sus colegas. Se niega a hablar mal de alguien. "¿Qué es un hater?", pregunta al entrevistador. "Si algo no te interesa, déjalo al lado", aconseja al respecto.

Sí recuerda cosas y personas que le agradan. Peter Sellers en general y 'El guateque' en particular. Antonio Vega, Ketama y Joan Manuel Serrat. También Celia Cruz, con la que cantó 'Guantanamera' en un 'Pavarotti&friends'. En el escenario de Módena aparece la cubana en todo su esplendor barroco, la peluca, los pendientes y el azúcar; el tinte negro azabache del pelo y las cejas, el chaqué y la pajarita blanca del tenor y la cabeza rapada al dos, camiseta negra con lavados de más y vaqueros de Donés. Una herejía para los puristas, un goce para el resto.

Cuando se grabó el documental, en la casa que el cantante tenía en el Valle de Arán, éste ya no contestaba a mensajes porque quería centrarse en otras cosas. En vivir, salir con el perro a pasear, acompañar a su hija mientras ésta se bañaba en el río, comprar queso al vecino, ser otro más del pueblo.

Con el documental recién estrenado en laSexta, se entienden de otra manera las palabras que ha mandado la periodista Julia Otero a sus oyentes. Un mensaje en el que anuncia que tiene cáncer o un rincón de su cuerpo en el que se le han refugiado unas "células egoístas, de ésas que no se preocupan por el bien común". La Otero, sin premeditación ni afectación, recurre a la dieta de Donés. Da las gracias, pide disculpas a la audiencia por su ausencia, aprovecha para decirle a su equipo lo mucho que los quiere y los admira.

Perdón, gracias, te quiero.