La adolescencia no es más que una etapa de transición y transformación hacia la vida adulta. Descubriremos como adolescentes muchas primeras veces y sentiremos que podemos ser muy vulnerables. Que esto de la vida, sospechamos, que va a ir en serio porque la magia sólo existe en los cuentos.

No es una etapa sencilla, aunque es cierto que siempre depende de cada joven, de las familias y de las circunstancias; pero sea más o menos complejo, educar en la adolescencia conlleva un plus para los padres y las madres. Ellos también, como sus hijos/as, descubrirán muchas primeras veces.

Educar como familias en esta etapa requiere sobre todo "de acompañar", tal como afirma a laSexta.com Sara Desirée Ruiz, educadora social especializada en adolescentes con los que trabaja desde hace más de 20 años.

"La adolescencia es una etapa que tiene unas tareas evolutivas concretas, muy diferentes a las de la infancia, y unas características que hacen necesario un acompañamiento prudente basado en la prevención y la atención de las conductas de riesgo", añade esta profesional que después del 'El día que mi hija me llamó zorra', ha publicado, esta semana, su nuevo libro 'Te necesito aunque no lo parezca'.

Para conocer mejor cómo pueden las familias acompañar a sus hijos/as en esta etapa, Ruiz destaca algunas claves o consejos importantes que pueden ser de ayuda. Lo primero es prepararse bien para ese acompañamiento; lo segundo es aprender cómo podemos ir a favor del desarrollo y por último, hacerlo desde la imperfección, no desde la perfección porque ésta además de rígida, no es real.

Prepararse para acompañarlos en su adolescencia

Al igual que se prepararon para acompañar la infancia, los padres y madres "no deben pensar que ya está todo hecho", asegura Ruiz, pues como hemos dicho la adolescencia tiene unas características muy diferentes a las de la infancia.

"Las personas adolescentes son muy sensibles al estrés y no pueden hacer nada para evitarlo porque están experimentando grandes cambios neurobiológicos, psicológicos, sociales y cognitivos. Esta etapa es un gran proceso de transformación que se produce con mucho dolor: dejamos atrás la infancia y nos encaminamos a nuestra vida adulta", explica esta profesional.

Tienen que prepararse para acompañar en la adolescencia, al igual que lo hicieron en la infancia. Los padres y madres no deben pensar que está ya todo hecho

Sara Desiré Ruiz, educadora social

Porque "abandonar esa seguridad de la infancia y adentrarse en lo desconocido de un mundo adulto lleno de exigencias no es sencillo cuando aún no se tienen los recursos para ello". Ese proceso de transformación pasa por un alejamiento progresivo de la familia que puede generar una sensación de pérdida muy profunda y dolorosa.

Así es clave en esta etapa, entender cómo funciona el cuerpo y el cerebro de los y las adolescentes y también aprender a tratarlos como realmente necesitan. "Va a ser muy necesario centrarnos en observar y acompañar sus malestares emocionales, que en esta etapa son muchos. Y si queremos que confíen y nos cuenten sus cosas, no podemos decirles las cosas de cualquier manera, ni exigir insistentemente, ni criticar sus preferencias, ni obligar, ni prohibir", indica la experta.

Aprender cómo podemos ir en favor de su desarrollo

Para ello, deberemos centrarnos en aprender pautas para comunicarnos con nuestros hijos e hijas adolescentes en este momento. "La comunicación es la base, así como convertirnos en personas que identifiquen como fuentes de información confiable y de trato respetuoso. Personas con las que se sientan respetadas, valoradas y queridas", sostiene Ruiz.

Es decir, se trata al final y al cabo de aprender, igual que aprendimos en la infancia, a hablarles como necesitan en esta nueva etapa de su ciclo vital. Igualmente, hay que aprender cómo podemos poner límites sin descuidar la relación y sin faltar al respeto o cómo ayudar a nuestros hijos e hijas a tomar mejores decisiones.

Y una vez más aquí, la clave es la comunicación: aprender a hablar a nuestros hijos/as y a comunicarnos acorde a esta etapa. Pero a pesar de todo esto, insiste y aconseja Ruiz, "no conviene saturarnos de información en la búsqueda de la perfección porque no buscamos la perfección".

Educar desde la imperfección, acompañar desde lo humano

Sí, "no podemos perder de vista que no buscamos la perfección sino un acompañamiento humano, con sus momentos de perder los nervios y de pedir perdón, con su vulnerabilidad y sus incoherencias", añade Ruiz.

Porque al fin y al cabo la perfección no existe. No es real. Por ello, y según aclara Ruiz, "la idea es favorecer al máximo su desarrollo para que puedan llegar a su vida adulta de la mejor manera posible, con los mayores recursos posibles, capaces de resolver las diferentes situaciones que la vida les va a ir poniendo por delante. Pero esto no se consigue desde la perfección, que es rígida en sí misma, se consigue desde la vulnerabilidad humana: me equivoco y te pido perdón, te equivocas y me pides perdón".

Por lo que, "en esta etapa, y en todas según mi opinión, tenemos que apostar por un acompañamiento humano, que acoja todas las emociones (las suyas y las nuestras), que dé espacio a la reflexión, que proteja el derecho a equivocarnos (el suyo y el nuestro) y a tener a alguien cerca que ayude a dar significado a la situación y a buscar la forma de mejorarla desde el respeto. Para disfrutar de la etapa hay que entender que es compleja, imprevisible, que no nos va a servir posicionarnos desde el autoritarismo y, sobre todo, que nos necesitan, aunque no lo parezca", concluye Ruiz.