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Escapada a Grecia

Fira, el pueblo de los molinos de Santorini

Capital de la isla más lujosa del Egeo, el pequeño pueblo de Fira destaca por sus cuestas imposibles, sus casas junto al acantilado y sus molinos tradicionales coronando la montaña.

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Sus altos acantilados en la costa occidental de Santorini es lo primero que ve el viajero cuando se acerca por mar a Fira. Los barcos que se dirigen a Ormos Athinios, el puerto que se encuentra algo más al sur, pasan junto a ella asombrando y dejando boquiabiertos a los cientos de viajeros que descubren que, esta vez sí, lo que tienen ante sus ojos es igual o incluso más bellos que como se lo imaginaron. Y es que este pequeño pueblo situado sobre una gran colina y su impactante precipicio es imposible que pase desapercibido.

Fira mira desde sus 260 metros de altura a la caldera del volcán que dio origen a Santorini, una explosión que sucedió hace más de 3.500 años y que reventó literalmente la isla original. Destaca en el paisaje por sus casas encaladas, formando un bonito paisaje blanco que contrasta con el azul del mar y que se vuelve intenso cuando el sol la inunda de lleno, así como al atardecer, cuando el tono naranja cubre las calles.

Muchas de estas casas están excavadas en la roca volcánica de la montaña, mientras que sobre el acantilado se encuentran las casas y mansiones más majestuosas, muchas de ellas reconvertidas hoy en hoteles boutique de gran lujo. Pasear por sus callejuelas es, sin duda, todo un ritual de ejercicio, pues apenas hay ninguna que sea completamente plana. Con suaves peldaños, las escaleras en pendiente son el día a día en este pueblo.

De hecho, si no fuera por el funicular que transporta hasta su viejo puerto, habría que bajar (y luego subir) 600 peldaños para llegar de la cima a la costa y viceversa, un recorrido que muchos lugareños siguen haciendo al modo tradicional, es decir, en burro. Y más si se quiere visitar sus molinos tradicionales, situados en la cima, como si realmente fueran soldados guardianes de la isla.

El color en Fira lo aportan las ventanas y persianas multicolores de algunas de las casas, pero sobre todo las capillas de techo azul abovedado que nos recuerda que nos encontramos en la religiosa Grecia, donde el fervor ortodoxo se vive en cada rincón. Asistir a una misa cantada en una de estas capillas es una actividad fascinante, por su solemnidad y por esa musicalidad única que tiene el idioma heleno para los oídos profanos. También la catedral católica hace uso en su arquitectura de estas pequeñas bóvedas, en su caso blanca y rematada con una pequeña cruz.

Para conocer el pasado helénico de Santorini, nada como acercarse a Thira, a un paso y también con vistas sobre la caldera volcánica. Concretamente, a los museos del Palacio de Gyzis y al Antiguo Museo Arqueológico, donde se pueden ver restos de la antigua ciudad, fechados en el siglo XI a.C., así como los de Akrotiki, del siglo XVII a.C. Esculturas, algunas de ellas aún policromadas; vasijas, platos, orfebrería... son algunos de los objetos que allí se exponen.

Los precios en Santorini destacan por ser elevados, y los restaurantes de Fira no son menos. Sin embargo, ni es un imposible comer sin dejarnos el bolsillo, ni hay que dejar la oportunidad de degustar las delicias griegas frente a un paisaje tan perfecto, aunque se salga un poco del presupuesto. Así, no faltan cócteles en "lounges" como el V Café; comida casera tradicional (y a buen precio) en el Salt & Pepper; o el mejor pescado en Theoniís.

Escaparse a Fira, bien porque sea la parada de nuestro crucero, o porque podamos pasar un par de días en Santorini, es gozar de uno de esos rincones privilegiados en los que el paraíso encuentra su hueco los 365 días del año.

 

Turismo de Grecia

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