LAS DOS CARAS DE LA MONEDA

Los peligros y beneficios de echarse la siesta

La ciencia explica cuáles son sus ventajas y qué nos puede perjudicar a la hora de dormir la siesta.

Mujer echándose la siesta

Mujer echándose la siestaiStock

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En el verano, calor y siesta van de la mano. Es sin duda uno de los placeres de las vacaciones y lo aprovechamos. Pero… ¿hay un límite a la hora de la siesta? ¿Se puede abusar? Salvador Dalí con sus microsiestas, Aristóteles y su elogio al sueño diurno o Einstein, otro fanático de esta práctica dirían que es imposible abusar. Pero por extraño que parezca la ciencia indica que sí. Pero vamos por partes. Recientemente se hapublicado en Hypertension, un estudio que señala que tomar siestas de manera periódica se asocia con un mayor riesgo de presión arterial elevada y con ataques o derrames cerebrales.

Se trata del primer estudio que utiliza tanto el análisis observacional de los participantes durante un largo período como la aleatorización mendeliana (básicamente un método que usa la variación en genes con función conocida, para analizar el efecto que un factor de riesgo tiene sobre una enfermedad).

"Estos resultados son especialmente interesantes, ya que millones de personas podrían tener el hábito de disfrutar de una siesta regular o, incluso, diaria – explica E. Wang, líder del estudio, en un comunicado – . Nuestros estudio confirma otros hallazgos que muestran que tomar más siestas parece reflejar un mayor riesgo de problemas con la salud del corazón, por ejemplo".

El equipo de Wang utilizó información del UK Biobank, una gran base de datos biomédica que contiene la información genética, médica y de estilo de vida de medio millón de voluntarios anónimos del Reino Unido. En total se analizaron más de 360.000 participantes de ambos sexos entre 40 y 69 años entre los años 2006 y 2019.

Los resultados mostraron que los participantes menores de 60 años de edad que normalmente tomaban siestas tenían un riesgo un 20% mayor de desarrollar presión arterial alta en comparación con personas de la misma edad que nunca tomaban siestas. Después de los 60 años de edad, tomar siestas de manera habitual se asoció con un riesgo un 10% mayor de desarrollar presión arterial alta.

Ahora la letra pequeña. El equipo de Wang solo analizó la frecuencia de las siestas diurnas, no la duración, por lo que no hay información sobre si la duración de la siesta afecta la presión arterial o los riesgos de los ataques o derrames cerebrales, ni sobre cómo lo haría. Además, la frecuencia de las siestas fue informada por las personas mismas, sin ninguna medición objetiva, por lo que los cálculos no fueran cuantificables. Al mismo tiempo, los participantes del estudio eran principalmente de mediana edad y de tercera edad con ascendencia europea, por lo que es posible que los resultados no sean generalizables. Por último, los investigadores aún no han descubierto el mecanismo biológico del efecto de la siesta diurna sobre la regulación de la presión arterial o los ataques o derrames cerebrales.

Desafortunadamente no es el único estudio que habla mal de las siestas. Aparentemente el sueño excesivo y las siestas diurnas se asocian con niveles más altos de proteína C reactiva, un marcador de inflamación sistémica vinculado a enfermedades, como el cáncer, la diabetes, la depresión y algunas dolencias cardíacas.

Pero no todo son malas noticias. Vamos con las ventajas de una costumbre que para Winston Churchill era innegociable, por ejemplo, no podía resistirse a la tentadora llamada de una siestecilla.

Un estudio realizado por Jennifer Goldschmied descubrió que después de despertarse de una siesta de una hora, las personas eran menos impulsivas y tenían una mayor tolerancia a la frustración. Tiene una influencia positiva en la memoria, equivale a una dosis de cafeína, estimula el hipocampo y la función inmunológica. Si a eso le sumamos que mejora nuestro desempeño intelectual… es obvio que deberíamos seguir el consejo de Dalí…aunque sin abusar.

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