LO DICE UN ESTUDIO

El Megalodón no era un asesino de sangre fría

Un estudio analizó fósiles de hace 20 millones de años para determinar que la temperatura corporal de este depredador era mucho más alta de lo que se pensaba.

El Megalodón no era un asesino de sangre fría

El Megalodón no era un asesino de sangre fríaiStock

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Desde hace décadas, sino siglos, el Megalodon ha alimentado nuestras fantasías de un enorme depredador que surcaba los mares del planeta hace millones de años. Sus dientes fueron la primera prueba de que estábamos ante un monstruo de un tamaño descomunal. Y ahora son estos restos los que nos dan otra clave de su vida.

Un nuevoestudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, demuestra que el gigantesco escualo, el Otodus megalondon, era de sangre caliente. Este hallazgo, sobre el abuelo de los tiburones actuales, que alcanzó los 20 metros de largo y pesaba más de 100 toneladas y nadó por los océanos del planeta 23 millones de años atrás, da nuevas claves de su enigmática vida.

El estudio, concebido y dirigido por Michael Griffiths y Martin Becker, ambos profesores de ciencias ambientales en la Universidad William Paterson, utilizó dientes fósiles para determinar que la temperatura corporal del megalodón era mucho más alta de lo que se pensaba. ¿Cómo mantenía una temperatura corporal elevada? Muy buena pregunta. La mayor parte del calor, en el cuerpo de este tipo de animales, se produce en los músculos de las aletas pectorales, los cuales están rodeados por una capa de grasa de un centímetro que actúa como aislante térmico.

Estudios previos ya sugerían que el megalodón probablemente era de sangre caliente, o más precisamente endotérmico regionalmente (dependía del entorno en parte para mantener su temperatura), al igual que algunos tiburones de hoy en día. Sin embargo, esos hallazgos se basaron en una deducción basada en las costumbres y el entorno. Sin embargo, el análisis de Griffiths y Becker es el primero que proporciona evidencia empírica de que este escualo era de sangre caliente. El equipo de investigación utilizó una técnica geoquímica novedosa, que involucra termometría de isótopos agrupados y termometría de isótopos de oxígeno de fosfato, para probar la "hipótesis de la endotermia del megalodón".

"Los estudios que utilizan estos métodos - explica Griffiths en un comunicado -, han demostrado que son particularmente útiles para inferir las termofisiologías de vertebrados fósiles de orígenes metabólicos 'desconocidos' al comparar su temperatura corporal con la de fósiles concurrentes de metabolismos conocidos".

La termometría de isótopos agrupados se basa en la preferencia termodinámica por dos o más isótopos "más pesados" de un elemento en particular (debido a los neutrones adicionales en el núcleo), como el carbono-13 y el oxígeno-18, para formar enlaces en una red mineral basada en las temperaturas de mineralización. El grado en que estos isótopos se unen o se agrupan puede revelar la temperatura a la que se formó el mineral. La termometría de isótopos de oxígeno de fosfato se basa en el principio de que la relación de los isótopos de oxígeno estables, oxígeno-18 y oxígeno-16, en los minerales de fosfato depende de la temperatura del agua corporal a partir de la cual se formaron. En pocas palabras: estos isótopos se forman a temperaturas muy precisas y su presencia demuestra que los dientes la experimentaron durante su formación.

El nuevo estudio encontró que el megalodón tenía temperaturas corporales significativamente más altas que los tiburones considerados de sangre fría o ectotérmicos, de acuerdo con el tiburón fósil que tiene un grado de producción de calor interno como lo hacen los animales modernos de sangre caliente. Entre los tiburones modernos con endotermia regional hay un grupo que incluye marrajos y grandes tiburones blancos con una temperatura corporal promedio que oscila entre 22,0 y 26,6 ˚C, es decir entre 10˚ y 21 ˚C más alta que la temperatura ambiente del océano. El nuevo estudio sugiere que el megalodón tenía una temperatura corporal promedio de alrededor de 27˚C.

A pesar de que existe un abundante registro fósil del Otodus megalodon, su biología sigue siendo poco conocida (como la mayoría de la de los otros tiburones extintos), porque no se ha recuperado ningún esqueleto completo hasta la fecha. Por suerte, sus abundantes dientes permanecen y pueden servir como puerta al pasado.

"El Otodus megalodon fue uno de los carnívoros más grandes que jamás existieron - añade Becker - y descifrar la biología del tiburón prehistórico ofrece pistas cruciales sobre los roles ecológicos y evolutivos que los grandes carnívoros han jugado en los ecosistemas marinos a lo largo del tiempo geológico".

La capacidad de este tiburón para regular su temperatura corporal es evolutivamente profunda porque se cree que la evolución de la sangre caliente también actuó como un factor clave para su gigantismo. Estudios geoquímicos previos ya sugerían que el Otodus megalodon era un importante depredador que ocupaba la parte superior de la cadena alimentaria marina. Las altas necesidades metabólicas asociadas con el mantenimiento de la sangre caliente pueden haber contribuido a la extinción de la especie, dicen los investigadores. "Debido a que el megalodón se extinguió en la época de cambios extremos en el clima y el nivel del mar, que afectaron la distribución y el tipo de presa, nuestro nuevo estudio arroja luz sobre la vulnerabilidad de los grandes depredadores marinos, como el gran tiburón blanco, a factores estresantes como el cambio climático", concluye Griffiths.

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