MURIERON MILLONES DE PERSONAS

Las erupciones volcánicas desencadenaron la llegada de la peste negra a Europa

Una cadena de acontecimientos climáticos, agrícolas y comerciales iniciada por volcanes en el siglo XIV habría creado las condiciones perfectas para que la pandemia más letal de la historia llegara a Europa.

Trajes y máscaras de un médico de la peste negra

Trajes y máscaras de un médico de la peste negraiStock

Publicidad

Durante siglos, la peste negra ha sido uno de los grandes enigmas de la historia europea. Sabemos que entre 1347 y 1353 acabó con la vida de millones de personas, que en algunas regiones llegó a matar a casi seis de cada diez habitantes y que su causa fue la bacteria Yersinia pestis. Lo que seguía siendo mucho más difícil de explicar era por qué estalló precisamente en ese momento, por qué se expandió con tanta rapidez y qué factores convirtieron aquel brote en una catástrofe sin precedentes. Un nuevo estudio, publicado en Communications Earth & Environment, aporta ahora una respuesta inesperada: todo pudo empezar con una erupción volcánica, o con varias, a miles de kilómetros de distancia.

El trabajo, liderado por científicos de la Universidad de Cambridge y del Instituto Leibniz para la Historia y la Cultura de Europa Oriental, reconstruye por primera vez una secuencia completa que conecta volcanes, clima, malas cosechas, comercio internacional y la llegada de la peste negra a Europa.

"Es algo que llevo mucho tiempo queriendo entender - explica el geógrafo Ulf Büntgen, autor principal del estudio -. ¿Cuáles fueron los factores que impulsaron el inicio y la transmisión de la peste negra? ¿Por qué ocurrió exactamente en ese momento y en ese lugar? Es una pregunta fascinante, pero nadie puede responderla en solitario".

La clave inicial está escrita en los árboles. El equipo analizó anillos de crecimiento de árboles del Pirineo español y encontró una señal muy poco habitual: una serie de "anillos azules" entre 1345 y 1347 que indican veranos excepcionalmente fríos y húmedos en gran parte del sur de Europa. Un año frío puede ser normal; varios seguidos no lo son. A ese registro natural se suma la evidencia histórica: crónicas de la época hablan de cielos extrañamente turbios y eclipses lunares oscuros, un efecto compatible con la presencia de cenizas y aerosoles volcánicos en la atmósfera.

Según los autores, una gran erupción o un grupo de ellas, alrededor de 1345 habría inyectado gases y partículas en la estratosfera, reduciendo las temperaturas durante varios años consecutivos. El resultado fue devastador para la agricultura: malas cosechas, escasez de alimentos y riesgo real de hambrunas en el Mediterráneo.

"Analizamos el periodo previo a la peste negra en relación con la seguridad alimentaria y las hambrunas recurrentes para entender mejor qué cambió después de 1345 - añade Martin Bauch, coautor del estudio -. Queríamos estudiar juntos los factores climáticos, ambientales y económicos".

Para evitar disturbios y hambre masiva, las grandes repúblicas marítimas italianas pusieron en marcha su mejor arma: el comercio. Venecia, Génova o Pisa llevaban más de un siglo controlando rutas comerciales de larga distancia a través del Mediterráneo y el mar Negro. Gracias a ellas, importaron grandes cantidades de grano desde las regiones controladas por la Horda de Oro, en torno al mar de Azov.

"Estas potentes ciudades-estado podían activar un sistema muy eficiente para evitar la inanición – confirma Bauch -. Pero, de forma involuntaria, ese mismo sistema acabaría conduciendo a una catástrofe mayor".

El grano salvó vidas a corto plazo, pero los barcos que lo transportaban probablemente llevaban también polizones mortales: pulgas infectadas con Yersinia pestis. Estudios previos ya habían sugerido este mecanismo, pero ahora queda mucho más claro por qué esos intercambios comerciales se intensificaron justo en ese momento. Una vez en los puertos mediterráneos, la bacteria encontró la oportunidad perfecta para saltar de sus huéspedes animales (principalmente roedores) a los humanos, y desde allí propagarse por Europa con una rapidez devastadora.

Pero el estudio también señala que no todas las ciudades europeas se vieron afectadas de la misma manera.

"Pudimos demostrar que muchas ciudades italianas, incluso grandes como Milán o Roma, probablemente no sufrieron la peste negra – señala Bauch -. Al parecer, no necesitaron importar grano después de 1345".

De este modo, la conexión clima–hambre–comercio no solo ayuda a explicar el primer gran brote, sino que podría servir para entender otras oleadas posteriores de peste. Para los autores, las huellas de aquella crisis siguen presentes casi ocho siglos después.

"En muchísimas ciudades europeas aún se pueden encontrar rastros de la peste negra – afirma Büntgen-. Aquí en Cambridge, por ejemplo, el Corpus Christi College fue fundado por los vecinos tras quedar devastada la comunidad. Hay ejemplos similares por todo el continente".

El estudio considera aquel episodio como un temprano ejemplo de los riesgos de la globalización: redes muy eficientes para mover recursos también pueden facilitar la propagación de enfermedades. La lección es inquietantemente actual.

"Aunque la coincidencia de factores que contribuyeron a la peste negra parezca rara, la probabilidad de que surjan enfermedades zoonóticas con el cambio climático y se conviertan en pandemias aumenta en un mundo globalizado – concluye Büntgen -. Esto es especialmente relevante tras nuestra experiencia reciente con la Covid-19".

Para los autores, comprender cómo interactuaron clima, sociedad y enfermedad en el pasado no es solo una cuestión histórica, sino una herramienta esencial para evaluar riesgos futuros y reforzar la resiliencia frente a nuevas pandemias.

TecnoXplora» CienciaXplora

Publicidad