La transformación de Rick es el gran eje dramático de la temporada y también el que brinda los mejores momentos. Veremos a Rick de un modo en el que nunca lo habíamos visto hasta ahora. 

El pequeño Carl ha madurado de forma acelerada, en medio de zombies y destrucción, y es lo menos parecido a un niño de trece años. Ha crecido con una pistola en la mano, viendo morir a niñas de su edad (Sofía) y dejando una larga lista de cadáveres detrás. Fue Carl el que mató a Shane por segunda vez y eso ha conseguido que el personaje se haga mucho más interesante, imprescindible incluso (lo contrario que la mayoría de personajes infantiles en las series de televisión). 

La tensión de saber si Hershel consigue sobrevivir o si por el contrario se transforma en zombie, acaba dando un respiro a los espectadores. De momento, los guionistas han decidido que el granjero siga entre los vivos. Lori consigue salvarlo haciéndole el boca a boca. Y nosotros nos alegramos. 

Carol tampoco es la misma. La que antes era una esposa sumisa y maltratada ha pasado por la peor experiencia posible, perder a una hija, lo que ha hecho de ella una superviviente de primer orden. Mata a cuantos walkers haga falta sin pestañear dos veces y si tiene que rajar a uno de ellos como entrenamiento para el parto de Lori, lo hace sin problemas. Así es la nueva Carol. 

Lori es la gran derrotada: ha perdido a Shane, apenas tiene contacto físico o emocional con Rick y su hijo, Carl, antes inseparable, también se dirige a ella con desprecio. La última escena del episodio, entre y Lori y Rick en una valla, está cargada de subtexto y nos deja a Rick incapaz de mirar a su esposa como agradecimiento tras salvar a Hershel y a Lori, herida, pidiendo a gritos cariño de su marido. 

Lo mejor del capítulo: el hachazo que le da Rick al líder de los presos. Ver a Carol clavando hierros a través de los ojos de los walkers.