Políticamente incorrecto, directo y crítico hasta con los suyos. Así es Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que fue presidente de Extremadura durante 24 años y que aun hoy, sigue copando muchos titulares.

Es Alfonso Guerra quien le contagia la inquietud por la política en los últimos años del franquismo. Estudiaba por entonces Filología en Sevilla. Son años de revueltas estudiantiles y carreras delante de los grises. Muerto Franco, Rodríguez Ibarra vuelve a Extremadura para liderar el PSOE. Y arrasa.

Es elegido el primer presidente de Extremadura de la democracia. Una victoria que reeditaría hasta en 6 ocasiones, cinco de ellas con mayoría absoluta. Campechano e inconformista, defiende a ultranza la unidad de España. "Existe un yo vasco y un yo catalán, pero por encima de eso hay un yo constitucional". Y  se convierte en el látigo de los nacionalistas.

Su poder dentro del PSOE va a más. Tanto, que es de los primeros que se atreve a pedir la marcha de Felipe González. Hasta que Felipe se va. Ibarra apuesta por su eterno candidato, Alfonso Guerra. Pero es un joven José Luis Rodríguez Zapatero el que  pasa a ser el nuevo líder del PSOE. Zapatero logra ponerle de su lado. Pero Rodríguez Ibarra no renuncia a su rebeldía. Para él, no todo vale. "Me importa un pepino y tres leches lo que pacten Mas, Maragall y Carod Rovira, estoy hasta el gorro".

El Estatut catalán le enerva, y no duda en revolverse contra sus compañeros catalanes y contra la cúpula del PSOE, que se niega a pedir el indulto que él reclama para Rafael Vera, encarcelado por el caso GAL. "Que se metan el indulto por donde les queda o donde termina la espalda".

En 2005, un infarto está a punto de robarle la vida. Rodríguez Ibarra decide entonces que ha llegado el momento de decir adiós. "Si no puedes meter la pata hasta el fondo, mejor no jugar". Abandona la primera línea, pero no la política.

Hoy, a sus 66 años, todavía tiene mucho que decir. Sobre el Gobierno, sobre Cataluña y sobre su propio partido. Ibarra es un "varón" sin territorio pero con indiscutible peso político.