Que los científicos no son fiables, que Barack Obama espió a Donald Trump, o que en las últimas elecciones hubo millones de votos ilegales. Son mantras defendidos por grupos como la secta negacionista 'QAnon', que tienen una 'Q' como símbolo. Van a sus mítines, y Trump no reniega de ellos: "He oído que es gente que ama su país".

Alimentan a su votante perfecto. No cuestionan sus bulos y es casi imposible que alguien les haga cambiar de opinión. "No se puede llegar a convencerles y cambiar su mente por hechos", ha apuntado Alexandra Minna Stern, profesora experta en extrema derecha en la Universidad de Michigan.

Ellos aseguran que "la Covid es la mayor mentira jamás contada" y afirman no creer en los datos. Además, Trump les da lo que necesitan: les habla de un 'Estado Profundo', una oscura organización paralela que manejaría los hilos. Creen que una élite de pedófilos, con Obama o Hillary Clinton a la cabeza, trafica con niños.

Pero eso a Trump no le preocupa. "Es algo muy serio. No es solamente un grupo de lunáticos que compartan en Internet sus teorías de la conspiración, sino que esos relatos sobre el 'estado profundo' y la amenaza al pueblo americano y demás se puede convertir en un problema de seguridad pública", ha destacado Pablo Bustinduy, profesor en New York University.