Como concejala de Medio Ambiente, una de las preocupaciones de Esperanza Aguirre eran las deyecciones caninas. Con su voz juvenil y su aire de Thatcher, fue la pionera en la privatización de la limpieza.
Pero el desarrollo del modelo fue responsabilidad de otro político muy conocido en Madrid. Alberto López Viejo ocupó el lugar de Aguirre como concejal de Medio Ambiente. Él abre el oscuro capítulo de la relación de la limpieza con las sospechas de corrupción.
El mismo que acabó imputado en el caso Gürtel porque, según la Policía, cobraba comisiones por dar contratos públicos a dedo y se llevaba el dinero a Suiza, fue quien extendió un modelo de contratas privadas en los servicios de limpieza y basuras que hoy investiga la Justicia.
Madrid limpio y olímpico fue una campaña especialmente ambiciosa. Se imprimieron casi cuatro millones de folletos para distribuir casa por casa cuando en Madrid, en esa época, sólo había 1,2 millones de viviendas.
El poder municipal de López Viejo llegó a su cénit en la despedida de solteris de Ana Aznar y Alejandro Agag. Un sindicato denunció que varios operarios tuvieron que limpiar de rodillas la acera por donde pasaron los invitados. Él, incluido.
La oposición calcula que en sus años al frente de medio ambiente se presupuestaron 65 millones para limpiar las calles de Madrid pero las empresas acabaron cobrando 161 millones, casi el triple. Cuando el escándalo Gürtel saltó, él también lo había hecho.
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