Antonio Chaves lleva todavía la lucha del MIL del que formaba parte junto a Salvador Puig Antich escondida en su bolsillo: "Es un recuerdo, una bala que en su día me dio Salvador. Siempre está conmigo", explica Antonio en el vídeo sobre estas líneas, donde asegura que "la llevo porque no quiero olvidarme de lo que hice".

Cuando Antonio conoció a Puig Antich era un chavalín de Jaén que acabó deslumbrado por el aura de su compañero, al que, explica, conoció tras una manifestación por el asesinato de Ruano en Madrid: "Cada día aprendía una cosa nueva. Se hablaba de libertad, justicia, derechos de trabajadores", comenta Antonio que recuerda a Salvador como un hombre que "creía 100% en lo que estaba haciendo". 

Para Puig Antich, las armas eran una parte más de la acción. Si era necesario, la usaban para financiar su lucha y sus lecturas. "Para financiar su biblioteca, empiezan a atracar a través de lo que ellos llaman expropiaciones", apunta el catedrático de Historia de la Universidad Complutense Gutmaro Gómez Bravo. De aquellas acciones, Chaves recuerda su primera vez, que acabó de forma inesperada: "Me hice un poco de pis y al subir al coche, Salvador me dijo 'tranquilo, que me pasó lo mismo'", comenta.

El MIL repartía el dinero de aquellos atracos entre familias obreras. 50 años después, Chaves ni siquiera está seguro de si sus manos están o no manchadas de sangre: "Yo he disparado, pero no sé si pasó o no pasó. Podía ocurrir", afirma.