En un giro digno de la trama de 'El Nombre de la Rosa', de Umberto Eco, la realidad ha imitado a la ficción en Alemania y Austria, donde miles de libros están siendo retirados de las bibliotecas debido a la sospecha de que podrían estar envenenados. Bibliotecas de Bielefeld, de Dusseldorf y de Viena se ven afectadas por este descubrimiento.
El culpable detrás de esta amenaza invisible es un pigmento verde muy popular en el siglo XIX. Utilizado en la tintura de telas para encuadernar libros, este verde resultó ser letal, ya que estaba hecho con arsénico, un veneno que en cantidades elevadas mata. Aunque no es probable que una simple manipulación del libro cause la muerte.
No obstante, los toxicólogos advierten sobre posibles problemas estomacales si se entra en contacto descuidadamente con este veneno. Además de las bibliotecas, el veneno persiste en los museos en forma de pigmento utilizado por los pintores de la época, Se encuentra en pinturas de Paul Cezane, de Eduard Manet, de Paul Gauguin y de Vincent Van Gogh.
Afortunadamente, las variantes modernas de este verde ya no contienen arsénico, este pigmento con arsénico se dejó de usar a finales del XIX, se dieron cuenta pronto de que realmente no era buena idea y que podía estar detrás de algún malestar.
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