Cuando el contacto lo es todo

De Montoro al 'Pequeño Nicolás': el mapa oculto de las conexiones corruptas que abren puertas al poder político

¿Por qué es importante? Detrás de cada gran escándalo de corrupción en España, una red de contactos, familiares, escoltas y 'conseguidores' que facilitan el acceso a ministros y cargos clave, demostrando que tener el contacto adecuado es la llave maestra para influir y mover millones.

De Montoro al 'Pequeño Nicolás': el mapa oculto de las conexiones corruptas que abren puertas al poder político

En política, el poder no solo está en los despachos: muchas veces, está en saber quién puede llevarte hasta ellos. Y en ese mapa de relaciones, influencias e intereses, aparece una figura que se repite una y otra vez en las tramas de corrupción: el conseguidor. El que tiene el contacto. El que conoce al ministro. El que "sabe por dónde se entra".

Durante años, empresarios han buscado una vía directa para llegar a los centros de decisión del poder. Y en el caso del Ministerio de Hacienda, esa puerta pudo haber sido el despacho fundado por Cristóbal Montoro, Equipo Económico. Según diversas investigaciones, esta firma —creada por el propio exministro— habría sido la plataforma desde la que ciertas empresas accedían al ministerio para influir en decisiones y normativas que les beneficiaran. A cambio, claro, de pagos y favores.

No es un caso aislado, ni mucho menos. En casi todas las grandes tramas de corrupción que han sacudido España aparece esa figura: personas que no toman decisiones directamente, pero que hacen que las decisiones ocurran. Son los que abren las puertas correctas en el momento oportuno. A veces con dinero, a veces con regalos, otras con apellido o vínculos personales.

El ascensor del ministro y una agenda de oro

El ejemplo más reciente es el de Víctor de Aldama, implicado en la trama que rodea al exministro de Transportes José Luis Ábalos. Ante el juez, Aldama aseguró que "tenía las puertas abiertas del ministerio". Literalmente. Contó que subía hasta la planta noble en el ascensor reservado para el ministro, gracias a la conexión con su hermano, que trabajaba como escolta en el propio ministerio.

Esa relación le permitió acercarse tanto a Ábalos como a Koldo García, su mano derecha. La imagen es poderosa: mientras cientos de empresarios hacen cola, otros entran por la puerta de atrás y suben por el ascensor que no está en los planos.

El caso de José María Corbín también sigue el mismo patrón. Cuñado de la histórica alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, Corbín habría aprovechado su parentesco para actuar como intermediario entre empresas y el Ayuntamiento. Según los investigadores, tenía una de las mejores agendas políticas de la Comunidad Valenciana, con contactos directos con concejales, altos cargos del PP e incluso ministros. Se estima que cobró más de cuatro millones de euros en comisiones ilegales.

El hermano del vicepresidente y el impostor de la élite

El 'conseguidor' no es una figura nueva. Uno de los primeros escándalos de este tipo lo protagonizó Juan Guerra, hermano del entonces vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra. Ocupaba un despacho en un edificio oficial desde el que hacía negocios privados con apariencia de institucionalidad. Fue uno de los primeros casos que mostró cómo un apellido podía abrir puertas que la ley no debería permitir.

Y después llegó 'el pequeño Nicolás'. Francisco Nicolás Gómez Iglesias se convirtió en símbolo del todo vale. Decía tener relación directa con ministros como Miguel Ángel Moratinos, que hablaba con Soraya Sáenz de Santamaría, que era enlace entre el Gobierno y la Casa Real. Lo fingía todo: llamadas, reuniones, funciones. Pero durante meses logró colarse en actos oficiales, subir a coches con autoridades y convencer a empresarios de que era quien no era. El mejor ejemplo del poder de aparentar tener el contacto adecuado.

El acceso tiene precio

En todos estos casos, el patrón es el mismo: los empresarios necesitan acceso, los políticos tienen poder, y el conseguidor ofrece el puente entre ambos. Lo que une a Montoro, Aldama, Marjaliza, Corbín, Guerra o el pequeño Nicolás es el valor que tiene abrir una puerta que no está al alcance de todos.

A veces, esa puerta es una amistad. A veces, un hermano escolta. Otras, un apellido con peso. Pero casi siempre hay una constante: el acceso se paga. En sobres, en regalos, en mordidas.