Un modelo insostenible

El gran apagón deja al descubierto la gran debilidad energética de España

Los motivos
A pesar de la restauración del suministro eléctrico, la crisis pone en evidencia el aislamiento de la Península Ibérica, una vulnerabilidad ignorada por Bruselas y bloqueada por Francia.

El gran apagón deja al descubierto la gran debilidad energética de España

España recuperó este lunes el suministro eléctrico tras más de 12 horas de apagón parcial gracias a un esfuerzo coordinado en el que las interconexiones energéticas con países vecinos jugaron un papel clave. Pero la crisis ha servido también para exponer una vulnerabilidad largamente advertida por Bruselas: la Península Ibérica sigue prácticamente aislada del resto del sistema eléctrico europeo.

Según datos de Red Eléctrica, solo el 2% de la energía que entra o sale de España lo hace a través de interconexiones con el continente. Muy lejos del 10% que la Unión Europea fijó como objetivo para 2025 —y más aún del 15 % previsto para 2030—. Solo Polonia y Chipre, que es una isla, están menos interconectados que nosotros.

España tiene tres grandes conexiones exteriores: una densa red con Portugal, dos cables submarinos que cruzan el Estrecho hacia Marruecos —una de las principales conexiones entre Europa y África— y, sobre todo, ocho líneas de alta tensión que enlazan con Francia por el País Vasco, Aragón y Cataluña.

Estas últimas fueron claves para que el noreste de España fuese el primero en recuperar la luz tras el fallo. A esa red se sumará, en principio, a partir de 2028, una nueva línea en el Golfo de Bizkaia. Pero, por ahora, Francia es nuestra única puerta hacia el resto del continente. Una puerta estrecha, muy lejos de lo que se consideraría un istmo robusto.

El problema no es nuevo. España lleva más de dos décadas reclamando a Bruselas una ampliación de la capacidad de interconexión. El compromiso europeo data de 2002, pero sigue sin cumplirse. ¿El gran obstáculo? Francia.

París no muestra interés en reforzar su conexión con España por tres motivos. Primero, porque no lo necesita: está conectada ya con seis países europeos, lo que le garantiza respaldo energético ante cualquier emergencia. Segundo, por los costes: el proyecto del Golfo de Bizkaia supone más de 400 kilómetros de líneas eléctricas entre tramos terrestres y submarinos; el catalán, más de 60 kilómetros de túneles por debajo de los Pirineos.

Y tercero, por razones comerciales: Francia vende su electricidad, generada mayoritariamente en centrales nucleares, a precios más altos que la renovable española. Mejorar la conexión sería facilitar la entrada de energía más barata, lo que presionaría sus precios a la baja.

Mientras tanto, España sigue siendo, a efectos energéticos, una isla. Una isla intermitentemente conectada por un hilo frágil. Un modelo insostenible que amenaza con repetirse en cada nueva emergencia.