Homenajeando a la científica pionera en el campo de la radiactividad, Marie Curie, Adela Muñoz Páez, catedrática de Química, se disfraza de su ídolo para hablar con Emilio Doménech de cómo fue descubierta la radiación y cómo afecta al cuerpo del ser humano. Se trata de un fenómeno completamente desconocido hasta la época de la famosa física y química polaca, quien sufrió en su propio ser los efectos más nocivos de su descubrimiento. "Ella no sabía que podía entrañar peligro", lamenta Adela.

Muchas personas sufrían anemia en su laboratorio y gran parte de ellas, en torno a los 40 años, enfermaban y morían. Fue entonces cuando estuvo claro que ahí había un peligro oculto a simple vista. Eso sí, servía para curar la impotencia y enfermedades pulmonares, además de para tener un cutis "radiante". "Había cosas tan peregrinas como fajas con radio", cuenta la científica.

Marie Curie murió de anemia perniciosa, pero tuvo antes algunas enfermedades a consecuencia de la radiación: desde cataratas a quemaduras crónicas. Es por ello que es tan importante protegerse de la radiactividad, tanto a principios del siglo XX como ahora. Pero, ¿qué tenemos que hacer en caso de que suceda una catástrofe nuclear? El protocolo es muy sencillo.

"Se debe ir a un lugar cerrado con muros gruesos que detengan las radiaciones ionizantes. La ropa puede tener restos de sustancias radiactivas; quítatela y déjala fuera, lejos de donde haya seres humanos", explica la experta. Para evitar que entren en el habitáculo posibles gases radiactivos hay que cerrar puertas y ventanas y no usar sistemas de ventilación.