Conseguimos contactar con una persona que puede guiarnos hasta estafadores del amor, quien nos alerta de que vamos a ir a un barrio "muy peligroso" y de que "es posible que no nos dejen grabar cuando lleguemos". Finalmente, acceden a hablar con nosotros, aunque nos ponen dos condiciones: que la entrevista no se emita en Ghana, su lugar de residencia, y que no revelemos sus nombres. En el lugar, hay jóvenes que no paran de chatear con víctimas.

"A veces hablo con diez mujeres a la vez, pero al final sé quién me puede pagar y quién no", afirma uno de ellos, mientras que otro señala que se refieren a las mujeres con las que chatean como "clientes", porque ganan dinero gracias a ellas.