La respuesta a todas esas preguntas es una: ¿Qué más da? No importa, porque tal y como está el tema ahora mismo, la independencia de Cataluña tiene menos futuro que el 'laserdisc'.

La idea del presidente de la Generalitat es convocar un referéndum de autodeterminación en 2014. Esto es, una consulta popular para que los catalanes se pronuncien sobre si quieren que Cataluña siga formando parte de España o no.

Una iniciativa que, ya de primeras, se enfrenta a un escollo difícil de salvar: la Constitución. Legalmente, nadie puede convocar un referéndum salvo el rey, y aun antes de llegar a ese punto, la iniciativa debe recibir la autorización del Gobierno a propuesta de su presidente, tanto si es una persona o una tele de plasma.

¿Y cuál es la realidad? Pues que Rajoy no está por la labor. El Gobierno ya ha dejado claro en más de una ocasión que no autorizará el referéndum. Por lo tanto, en el marco legal español, la consulta de Artur Mas sería ilegal y, muy probablemente, al Tribunal Constitucional no le temblaría el pulso a la hora de anularla.

Pero, ¿qué pasa con Europa? ¿Podría recibir Artur Mas de la Unión Europea el apoyo que aquí le niegan? Pues parece que tampoco. Básicamente, cuando se le pregunta por el tema, Europa pasa palabra. Desde Bruselas dicen que lo arreglemos nosotros y que dejemos de dar el coñazo. Y aunque el tratado de la Unión no lo dice explícitamente, avisan: si los catalanes declaran su independencia de forma unilateral, quedarían fuera de la UE, del euro y de los tratados comunitarios. Aunque, viendo lo bien que nos va estando dentro, igual hasta les hacían un favor.