Una vez que fueron descartados varios turistas, visitantes e invitados del deán de la catedral, la investigación policial se centró en los trabajadores del templo o "perímetro medieval". Esa fue la denominación ideada por los policías ya que "decían que entrar en la catedral era como hacerlo en la Edad Media", recuerda el reportero de sucesos Luis Rendueles.
La lista estaba conformada por unas cuarenta personas -canónigos y empleados-. Los investigadores comenzaron a identificarlos. Según destaca Rebeca Lorenzo, miembro de la Brigada de Patrimonio, "todos eran sospechosos". "Aparecieron unas 12 personas o '12 negritos', como en las novelas de Agatha Christie. Se hizo una lista en la que se reflejaron sus cuentas corrientes, si tenían antecedentes o cuentas pendientes con Hacienda, si tenían familiares que habían estado en prisión...", destaca Rendueles.
Entre las personas que formaban parte de la lista había una encargada de la limpieza de la catedral, el responsable del Botafumeiro, el guardés nocturno, electricistas y un organista conocido como 'Joaquín el teclas'.
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La Policía ya tenía la primera lista de sospechosos. El robo del Códice amenazaba con destapar las luchas de poder y secretos de la catedral, que no eran pocos. "Tanto el deán como los canónigos iban notando la presión policial, que estábamos investigándolos a ellos y a su entorno, y eso les hacía tambalearse porque estaban acostumbrados a lavar sus trapos sucios dentro de los muros de la catedral", asegura Lorenzo.
El Ministerio de Cultura supervisaba las cuentas
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