Los vecinos de Villar de Cañas, en Cuenca, intentan paralizar la construcción del cementerio nuclear. Los ecologistas aseguran que el almacén frenará el turismo rural de la zona.
El 30 de diciembre de 2011 en Villar de Cañas saltaron todas las alarmas, y un año después vuelven a hacerlo. El Gobierno ha invertido cinco millones de euros sobre el terreno, y los estudios geológicos y ambientales realizados hasta la fecha no han detectado "sorpresas" o anomalías.
Una de las manifestantes ha dicho que este proyecto traerá "desolación, miseria, ruina y muerte". Cientos de vecinos han salido a la calle para dejar claro que no quieren que Cuenca se convierta en un cementerio de residuos nucleares durante 60 años.
Otro de los asistentes ha manifestado que exigen "un cierre de las centrales nucleares para abordar el problema de la mierda nuclear que se ha acumulado España".
Unos residuos que, hasta ahora, acababan en Francia y que podrían condenar a muerte la zona. Los ciudadanos temen, no sólo por esta generación, sino por las futuras, que "van a estar contaminadas con los residuos", según una manifestante.
No entienden que no haya dinero para Sanidad ni Educación, pero sí para un cementerio nuclear. Un año después de que se anunciase que el almacén temporal de residuos nucleares estaría situado en Villar de Cañas, el proyecto sigue siendo sólo un proyecto.
De los 300 puestos de trabajo, Villar de Cañas no ha visto ninguno, y podrían no verlos hasta 2015, es más, se han perdido unos 500 puestos de trabajo desde que se decidió ubicarla allí.
Por eso, en el próximo año seguirán saliendo a la calle para dejar claro que no quieren que Villar de Cañas sea un vertedero nuclear.
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