"Los policías me dijeron que me desnudara, que hiciera sentadillas y tosiera. No me quité la ropa interior porque todavía estaba sangrando y fue muy humillante". Es el estremecedor relato de Joanna, una joven polaca que sufrió el acoso de la Policía por abortar.

En el hospital, tras tomar una píldora abortiva, se vio rodeada no por médicos, sino por oficiales, que en su momento más vulnerable la acosaban, repitiendo una y otra vez la palabra "crimen". "Tenía mucho miedo de ir a prisión", ha relatado posteriormente la víctima.

La joven abortó porque tenía un embarazo de riesgo, uno de los supuestos legales para interrumpir el embarazo en Polonia, pero los policías llegaron a quitarle el móvil y el portátil porque querían saber cómo había conseguido la pastilla. "Me sentí como en un Estado policial, una situación kafkiana que me ha dejado destrozada", ha lamentado Joanna.

Su médico llegó a plantarles cara y ha manifestado que no sintieron que "estos policías estuvieran allí para ayudar a la paciente". Por su parte, el portavoz de la Policía polaca Piotr Sziech ha defendido la actuación policial, aduciendo que "los oficiales debían asegurarse de que no había pruebas del crimen, es decir, rastros de inducción al aborto".

Polonia tiene una de las legislaciones sobre el aborto más restrictivas del mundo, que ya le ha costado la vida a al menos cuatro mujeres en hospitales del país.