A veces no somos conscientes de la responsabilidad que implica cada clic en internet o en las redes sociales: el de aceptar, el de reenviar, el de compartir... Con eso, con un simple, clic podemos estar cometiendo un delito o arruinando la vida a alguien.

Incluso, hay movimientos en las redes que están sujetos a penas de cárcel o grandes multas, como explica Mar España, directora de la Agencia Española de Protección de Datos. "Hay responsabilidad penal, puedes acabar en la cárcel; hay responsabilidad civil, puedes acabar teniendo que indemnizar a la víctima de violencia digital por daños al honor". "También hay responsabilidad administrativa por protección de datos", y en este tema, afirma la experta, la Agencia Española de Protección de Datos "va a tener tolerancia cero".

Pero peor que una multa o una privación de libertad es participar, aunque solo sea con su difusión, en un acoso que puede provocar un suicidio, como el reciente caso de la trabajadora de Iveco.

El arma, lo tenemos todos durante todo el día en la mano. Por ejemplo, en WhatsApp, una herramienta con la que se pueden enviar imágenes íntimas sin consentimiento, o reenviar o difundir un audio sin permiso puede tener consecuencias legales.

También compartir un pantallazo de una conversación e incluso al crear un grupo sin el consentimiento de los participantes, dejando todos los teléfonos a la vista, pueden llegar a ser peligrosos.

Los menores, los más vulnerables

Los menores son los más propensos a ser víctimas o verdugos de estos delitos, porque están más expuestos y son menos conscientes.

María Ángeles Granado, Policía Delegada de Participación Ciudadana, explica que el principal problema es que no saben quién hay detrás. "No tienen concepto de inseguridad y pierden el pudor de contar cosas íntimas".

En muchas ocasiones, los menores no saben la trascendencia de las fotos que se hacen y no tienen sensación de delito en reenviar porque, por supuesto, no se leen las condiciones de nada.

De ahí la importancia de que se enseñe el uso responsable desde las escuelas, para hacerles conscientes de la cantidad de información que contiene cada foto, cada baile que publican. Informarles de que el único dato privado es el que nunca se publica.