Cantabria es ese tipo de destino que complace a cualquier tipo de personas. Desde los más deportistas, que van en busca de playas donde practicar surf o de senderos para escalar, hasta aquellos que prefieren un turismo más tranquilo para pasear y tomar el sol.

Popularmente conocida como 'La Montaña' o la 'Tierruca', contiene 211 kilómetros de costa en los que podemos encontrar maravillosas playas como la de Covachos. Se trata de una cala de unos 50 metros de largo algo remota y poco frecuentada a pesar de encontrarse a diez kilómetros de Santander. Como en la mayoría de las playas de la costa cantábrica, hay que tener cuidado al bañarse porque el viento suele causar grandes corrientes y fuertes oleajes.

Otra de las calas que parece diseñada especialmente para surfistas por sus grandes olas es la playa de Langre. Sus 800 metros de superficie combinan la fina arena dorada con acantilados rocosos, convirtiéndola en una de las opciones más espectaculares para los bañistas. Se encuentra a un kilómetro del municipio de Langre y se accede a pie fácilmente.

Del mismo estilo que las anteriores también se encuentra en Suances la Playa de los locos. Se trata de una de las opciones favoritas entre la gente joven por su ambiente animado. Además, sus bares y restaurantes son el lugar ideal para presenciar el atardecer desde el gran acantilado.

Luciendo la bandera “azul”, que la Fundación Europea de Educación Ambiental otorga a aquellas que cumplen con una serie de condiciones ambientales e institucionales, se encuentra en Noja la playa de Trengandín. Es una de las más grandes con tres kilómetros de longitud y junto a las Marinas de Santoña, la zona de humedales más importante del norte.

Tampoco puede faltar la visita a la playa de El Sardinero, considerada una de las calas urbanas más bonitas de España. Situada en pleno Santander cuenta con casi dos kilómetros de arena fina si sumamos las playas de la Segunda, la Primera, la Concha y el Camello. Desde ella se pueden observar numerosos edificios arquitectónicos del siglo XIX y principios del XX, como el Gran Hotel o el Gran Casino.

Situada en un una villa marinera con mucha historia y tradición, la playa de Tostadero es ideal para cualquier tipo de público. Es una de las once banderas azules de Cantabria y ofrece unas preciosas vistas de San Vicente de la Barquera.

Próxima a este municipio cántabro también se encuentra la playa de Oyambre: como su propio nombre indica, se encuentra dentro del Parque Natural de Oyambre. Esta zona ha sido declarada recientemente Reserva de Surf debido a su gran oleaje. Esta cala cuenta con una extensión de dos kilómetros de arena blanca, desde donde se puede presenciar el espectáculo de los surfistas profesionales.

Cinco pueblos con mucha tradición e historia de Cantabria

Si eres de los que no le gusta pisar la playa, también puedes disfrutar de los maravillosos pueblos distribuidos por la geografía cántabra. Además de historia y tradiciones, estos lugares te ofrecerán suculentas opciones para tu paladar.

Comillas es considerado uno de los pueblos más bonitos de Cantabria. Además de contar con ambiente juvenil, gracias a la comunidad estudiantil de la Universidad Pontificia, ofrece la posibilidad de contemplar 'El Capricho de Gaudí', una de las obras más interesantes del artista. En el municipio se encuentra también el Palacio de Sobrellano, de estilo neogótico y con ciertos aires venecianos, contiene en su interior muebles de Antonio Gaudí y pinturas de Eduardo Llorens.

Enmarcado en la conocida como comarca de Liébana, Potes es uno de los pueblos con los que te tropiezas en la visita a los Picos de Europa. Este año ha sido nombrada Capital del Turismo Rural 2020. Lo mejor que puedes hacer una vez allí es recorrer sus calles de estilo medieval y disfrutar de su gastronomía, concretamente de sus cocidos, quesos y de su famoso orujo.

Santillana del Mar ni es Santa, ni es Llana ni tiene Mar, como dice el dicho. Pero lo que sí que ofrece es una preciosa Plaza Mayor y unas calles empedradas llenas de coloridos balcones. También, cuenta con unas joyas del románico en el norte de España: La iglesia de Santa Juliana. Se trata de un edificio de principios del siglo XII.

Otra de las paradas obligatorias es San Vicente de la Varquera. Además de poseer una de las playas más concurridas de Cantabria, es un espacio lleno de encanto gracias a su castillo, iglesia y los restos de una muralla. Con los picos de Europa como fondo, este antiguo pueblo de pescadores ofrece espectaculares vistas desde cada uno de sus puentes, que no son pocos. Uno de ellos, conocido como el de la Maza, fue construido por mandato de los Reyes Católicos en el siglo XVI, mientras que el del Parral data del siglo XVIII. Si decides visitar esta villa no dudes en probar el sorropotún o marmita barquereña, un guiso preparado a base de bonito y patatas.

Si hay un sitio en Cantabria al que puedes ir a relajarte es a Liérganes. Desde su balneario podrás observar además una magnífica finca con arbolado de gran porte, que le confiere un aire decimonónico. Pero, sin duda, el monumento más importante del municipio es el palacio de Elsedo, dato del siglo XVIII y ahora convertido en un museo que no debes dudar en visitar.

Cantabria: sinónimo de turismo rural

Una de las rutas más impactantes de Cantabria es la que se realiza desde Fuente Dé, una localidad ubicada en el valle de Liébana. Con ella recorrerás la zona noroeste de los Picos de Europa.

Para acceder a la ruta debes coger el teleférico, que te ofrecerá unas vistas privilegiadas de lugares como la Peña Olvidada, la Horcadina de Covarrobles o las Agujas de Tajahierro. Se trata de una ruta larga de unas cinco horas por un camino descendente.

En el municipio de Santoña se encuentra la ruta del Faro del Caballo. Sus senderos ofrecen unas vistas increíbles que mezclan un mar con acantilados, marismas y vegetación verde. Al igual que la de Fuente Dé, está ruta es larga ya que de realizarla dedicarás una media de cuatro a cinco horas.

Una ruta totalmente diferente a las anteriores es la de los valles Pasiegos, donde los prados y montañas se mezclan con los pequeños pueblecitos. La excursión parte de la pequeña localidad de la Concha (San Roque de Riomiera). Se trata de una ruta de nivel intermedio debido a su desniveles. Eso sí, si consigues aguantar durante sus trece kilómetros de duración, descubrirás uno de los paisajes más hipnóticos de Cantabria.