La gente se besa, y mucho. Existen besos de cariño entre familiares: entre padres e hijos, hermanos, abuelos; existen besos apasionados: entre dos o más personas, mujeres y hombres, entre hombres o entre mujeres, entre personas no binarias; y también besos que no tienen ningún sentido romántico o afectivo y que sólo se dan cuando conocemos a alguien o nos despedimos. La cosa de los besos no sólo es su significado sino también la reacción que genera darlos en nuestro organismo, liberando hormonasmuy importantes para nuestra salud emocional y la comunión con los demás.

Existen muchas teorías del origen de los besos, muchos piensan que besar es un acto biológico y otros creen que es la costumbre lo que ha provocado su estatus en la sociedad. Según un artículo de la revista científica 'Nature', los seres humanos llevan siglos besándose, incluso desde épocas prehistóricas. Un estudio ha revelado que los Neandertales de la Cueva de El Sidrón en Asturias hace más 50.000 años se intercambiaban saliva tras haber realizado varios ensayos genéticos, o una de dos: se daban besos o se intercambiaban alimentos, aunque todo sugiere que ambas están relacionadas.

Una de las razones por la que nacieron los besos pudo ser la necesidad de garantizar alimento a las crías de homínidos. En 1960 el escritor británico y zoólogo Desmond Morris propuso por primera vez que el beso podría haber evolucionado a partir de la práctica en la que las madres primates mascaban la comida para sus crías con el objetivo de que se alimentaran. Por ello, el acto de presionar los labios fruncidos contra otros labios pudo desarrollarse más tarde como una forma de consolar a los niños que tenían hambre en una época de hambruna, según explica la revista estadounidense 'Scientific American'. Aquí os contamos algunas curiosidades sobre los besos, sus efectos y algunos de los más famosos y largos de la historia.

Pero, ¿por qué besamos? Los investigadores han revelado que existe mucha complejidad detrás de un simple beso y que envía poderosos mensajes a nuestro cuerpo y cerebro. La evolución a los besos apasionados fue responsabilidad de la recepción de químicos invisibles llamados feromonas y que muchos animales utilizan para comunicarse con miembros de su misma especie para emitir señal de alarma, avisar del presencia de comida o de que existe atracción sexual. No obstante, los seres humanos no cuentan con un receptor de feromonas como pueden tener otras especies animales y se piensa que la manera más efectiva de transmitirlas de algún modo ha sido a través de los besos, además de a través del sentido del olfato, según una investigación de la bióloga Sarah Woodley de la Universidad Duquesne de Pittsburgh (Estados Unidos), recogida por la revista 'Scientific American'.

Los besos como el antídoto frente al estrés

Desde que el ritual de los besos ha evolucionado, mucha gente se ha vuelto adicta a la sensación que genera en el organismo. Los labios son una parte del organismo con una de las capas protectoras más sensibles y llena de nervios. Cuando nos besamos esos nervios se encienden y las neuronas mandan muchísima información al cerebro y a nuestro cuerpo. Datos sobre la temperatura, el sabor, el olor y el movimiento llega a la corteza somatosensorial, una franja de tejido en la superficie del cerebro que trabaja con la información recogida por el sentido del tacto y la procesa.

A partir de ese entonces, tu cuerpo se llena de poderosas hormonas capaces de aliviar el estrés, aumentar la motivación, el vínculo social entre miembros de la especie y favorece la estimulación sexual. Una de las hormonas más importantes es la llamada oxitocina, una sustancia química que liberamos cuando nos besamos y que es la encargada de generar lazos sociales, empatía con los demás y profundizar en nuestras relaciones personales. Según apuntan los investigadores, altos niveles de oxitocina durante un tiempo más o menos prolongado puede favorecer reducir los niveles de cortisol, es decir, de estrés. También se liberan otras hormonas como la dopamina, la hormona del placer y la recompensa e incluso la serotonina, capaz de bajar los factores de tristeza en nosotros, ambas conocidas como las 'hormonas de la felicidad'. Todo un cóctel de hormonas para que los besos nos gusten.

Besarnos tiene una efecto primal en nosotros y es visible en el cuerpo: aumenta el pulso y la presión arterial, las pupilas se dilatan, la respiración se hace más profunda y se limita el pensamiento racional es decir el que implica la toma de decisiones o la prudencia. Además, una exposición prolongada a la oxitocina también puede mejorar el reconocimiento de expresiones faciales, el recuerdo de memorias sociales positivas, la reducción del estrés social, también produce un aumento de la comunicación positiva entre las parejas, un crecimiento de los niveles de confianza y mayor generosidad económica, según los estudios de Heinrich M, Domes G.

La capacidad de besarnos y el amor parecen estar directamente relacionados, sobre todo en el cóctel de emociones y hormonas que se generan en cualquiera de los dos casos. Según la antropóloga Helen Fisher, de la Universidad Rutgers de Nueva Jersey (Estados Unidos), que hizo un estudio en 17 personas mientras miraban fotos de personas de las que decían estar muy enamorados, descubrió una actividad inusitada en dos regiones del cerebro encargadas del placer, la motivación y la recompensa. Estas son las mismas que se activan con drogas adictivas como la cocaína, por lo que podría decirse que el estado de enamoramiento produce los mismos efectos que algunas drogas sin resultar perjudiciales para la salud.

Con los besos pasa algo parecido, la relación entre el amor y el acto de besar tiene que ver con el potente flujo de hormonas asociadas con el placer, la euforia y la motivación que ocurre cuando conectamos con alguien de una manera más trascendental y que afectan directamente en cómo vivimos nuestra relación. Los besos puede dar mucha información a la otra parte de la pareja, sobre todo con la compatibilidad entre las personas, según las investigaciones del psicólogo Gordon Gallup, y juegan un importantísimo papel en saber si la pareja progresará o no.