Hamida y Abdelaziz es un matrimonio que vive con sus dos hijas, una de ocho años y un bebé de 11 meses, en en el sector V de la Cañada Real, un asentamiento chabolista de Madrid. Llevan tres meses sin luz en casa, por lo que para entrar en la vivienda hay que hacerlo con un farol de mano y dentro de la casa hace tanto frío esta Nochebuena que más que ponerse a celebrar, dan ganas de huir.

"Nosotros no celebramos la Nochebuena porque no tenemos luz, ni cena, ni nada", cuenta Hamida Bensar, quien es una excelente cocinera, pero sin electricidad, con medios precarios y con la tristeza que arrastra, en su casa la Nochebuena es una noche más.

Sin embargo, el matrimonio no lo siente por ellos, sino por Idaia, su hija de ocho años que se da cuenta de que ellos no tienen lo que los demás damos por hecho, como pulsar un interruptor y que se encienda la luz, poner la calefacción cuando hace frío o conservar los alimentos en la nevera.

"Mi hija me ha preguntado que si este año no íbamos a hacer nada por Navidad y le he dicho que no teníamos luz y entonces se ha callado porque con ocho años ya comprende un poco la situación", lamenta Hamida.

Si fuera solo por una noche ya sería grave, pero es que ella y otros 1.800 niños de la Cañada Real llevan cerca de tres meses durmiendo con frío por unos cortes de luz que hasta las Naciones Unidas han censurado. En este sentido, la ONU ha pedido que se reestablezca "de inmediato" el suministro eléctrico.

Idaia poco sabe del asunto de las Naciones Unidas, pero de lo que sí es consciente es que sus padres le han dejado la habitación más caliente y la abrigan todo lo que pueden, aunque incluso así a veces hace demasiado frío y sus padres tienen que tirar con miedo de una estufa de gas. "Un día si no te das cuenta la puedes matar", expresa Abdelaziz.

Mientras, la hermana de Idaia, una bebé de 11 meses, pasa la noche con el abrigo puesto porque, según cuenta su madre, no puede "ponerle tantas mantas porque es una bebé" y tiene "miedo".

En la vivienda hace tanto frío que los alimentos se conservan en la encimera y el frigorífico hace la función de un armario: "Los yogures los tenemos fuera", señala Abdelaziz.

En Nochebuena, se hubieran ido pronto a la cama con gusto, pero por la niña de ocho años decidieron ir a una hamburguesería, aunque sin éxito, ya que se la encontraron cerrada. "Tendremos que volver a casa a coger restos o coger a algunos bocadillos en la gasolinera", manifestó el padre de Idaia, quien se dirigió de vuelta a casa sin una sola bombilla en mitad de una ciudad repleta de árboles de Navidad.