La última agresión cometida en Martorell por el violador Tomás Pardo cuando disfrutaba de un permiso penitenciario reaviva el debate sobre la rehabilitación de este tipo de presos y su reincidencia. "La reinserción de los agresores sexuales es posible, lo que ocurre es que todo problema a nivel sexual tiene que estar centrado en una terapia individualizada", asegura Mª Rocío Gómez Hermoso, Psicóloga Forense.

Algo que no ocurre en la mayoría de los centros penitenciarios, donde las terapias se realizan en grupos y no analizando uno por uno el caso de cada interno. Los sanitarios creen que no basta con mantener una buena conducta en prisión. "Eso no es predictor de cómo se van a comportar cuando salgan a la calle necesitarían un tratamiento muy especializado y muy intenso, en algunos puede llegar a ser necesaria una castración bioquímica", comenta Virginia Valdominos, Psicoanalista 'Grupo Cero'.

Pero para algunos, aplicar este tratamiento que inhibe el deseo sexual de los agresores mediante fármacos, no es una solución efectiva. "Aunque hagamos una castración química, si el deseo o la pulsión sexual es la de agredir, se usará un palo o cualquier objeto para poder provocar la agresión sexual", añade Mª Rocío.

"El violador no es un hombre más fogoso, es un hombre que disfruta humillando a una mujer a través del sexo", asegura Mª José Varela, abogada y psicóloga. En el caso de Tomás Pardo, y pese a que un juez denegó hasta 13 veces su salida, un informe de la Junta de Tratamiento de la prisión acreditó su "actitud empática con las víctimas", lo que sirvió a la Audiencia de Barcelona para concederle un permiso de tres días.

Por ello, psicólogos forenses, criminólogos y asociaciones de víctimas exigen mayor rigor en los tratamientos y los permisos antes de dejar a un violador en libertad.