Fundado hace ya 20 años en una de las miles de islas que jalonan el majestuoso cauce del río, este proyecto, enteramente privado, se ha convertido en uno de los principales recursos turísticos de la región, en donde los turistas son a la vez espectadores curiosos de la vida de centenares de monos en libertad como el principal sostén económico de la iniciativa.

Solo accesible por lancha y en los momentos en los que la corriente del río lo permite, la Isla de los Monos, de unos 5 kilómetros de largo por 2 de ancho, recibe al visitante con el inconfundible parloteo de los centenares de primates que viven allí y que deambulan e interactúan libremente con los turistas y cuidadores.

Sin miedo, los animales se acercan a los humanos para pedir comida o simplemente para recibir cariño o ser fotografiados con total confianza, en su mayoría plenamente rehabilitados de un pasado de tráfico ilegal y maltrato.

"Mayormente, los monos que tenemos son rescatados de diferentes lugares y no llegan en buenas condiciones. Algunos vienen con perdigones de bala, las piernas "chancadas" (rotas), infecciones, desnutrición, y se les da un poco de rehabilitación para que puedan esta tranquilos", relató Aníbal Flores, uno de los cuidadores principales del lugar.

Luego, los primates son liberados en la isla para que vivan libres de jaulas y encierros y en su hábitat natural, con la esperanza de que un día puedan ser devueltos a la selva.

Este proceso, el del regreso a la naturaleza, aún está en pleno desarrollo, ya que persiste el problema de encontrar un lugar seguro en la selva donde queden libres de los peligros como la tala o la caza furtiva que los llevó al centro de rehabilitación en primer lugar.