"Antes me escupían en la cara en la cárcel, me gritaban puto violador y ahora me paran en el Mercadona: 'por favor, ¿puedo hacerme una foto con usted? ¡Cómo no señora!' Yo era basura y ahora hacen cola para entrevistarme, de basura a estrella mediática... Qué raro es el mundo". No es para menos.

En unos días, Romano vivirá sus primeras navidades en Holanda, junto a su familia y su padre anciano, un viaje que teme: no quiere que le vean llorar porque su estado anímico es una montaña rusa. "Mi caso no fue un error, fue un montaje desde el principio; me condenaron como cabeza de turco" por la alarma social tras esta triple agresión cometida en 2003 en Fuengirola y con los casos de violación y asesinato de Sonia Carabantes y Rocío Wanninkhof en la memoria colectiva.

Romano salió de la cárcel de Palma el pasado febrero, después de que el Tribunal Supremo anulara una de las tres sentencias porque el ADN no era el suyo, sino de Mark Dixie, un preso británico que en 2005 asesinó a una joven modelo inglesa de 18 años y que finalmente reconoció ser el autor del delito por el que Van De Dussen ha sido absuelto.

La Policía sabía desde marzo de 2007 que el ADN no era el del holandés, pero siguió entre rejas nueve años más. La sentencia de la Audiencia de Málaga dejó claro que no hubo ni dos, ni tres agresores: solo uno, por la brutalidad empleada, la cercanía de las calles y la hora y media entre el primer y el último ataque. Pero la mala suerte no es eterna y la de Romano dio un vuelco.

"No soy culpable, mis testigos, con los que estuvo en una fiesta a 30 kilómetros de los hechos juzgados, jamás fueron interrogados por nadie, la Policía no recogió (ni tiene) el ADN de las otras dos agresiones, y la Policía Judicial informó de que no aparecía en las imágenes de tráfico, ni de los bancos de la zona; simplemente nunca estuve allí".