Lágrimas, risas y sobre todo, mucha emoción. Así han vivido los ancianos de una residencia de Churriana de la Vega, en Granada, el reencuentro sorpresa con sus familiares que el centro les organizó sin que ellos lo supieran, tras más de un año sin poder tocar ni abrazar a sus seres queridos por culpa de la pandemia.
Con la excusa de ir a escuchar música al aire libre, les llevaron a un parque donde, en realidad, les esperaban sus familias. Una sorpresa que poco podían imaginar cuando dejaban el centro poco antes: "No sé más que que salgo de paseo", aseguraba una residente. "Sorpresa, sorpresa... así me llevan y no sé ni adónde vamos", apuntaba, intrigada, otra señora.
Ya acomodados en unas sillas en el parque, a pocos metros les esperaban, impacientes, sus familiares. La directora de la residencia María Auxiliadora, Mari Ángeles Hermoso, les pedía responsabilidad: "Esto no ha acabado todavía", advertía.
Estaban a punto de poder verles al fin, por primera vez en un año, con guantes y mascarillas pero sin mamparas de por medio. Y es que los residentes de este centro geriátrico recibieron la segunda dosis de la vacuna contra el coronavirushace más de un mes, con lo que ya están inmunizados.
La expectación era enorme. "Si puedo darle un abrazo bien fuerte, es lo primero que voy a hacer, y comérmela a besos", anticipaba una joven. Rafael, por su parte, traía un ramo de rosas para Mariví, su esposa desde hace 52 años, y reconocía estar hecho un manojo de nervios: "Es más emocionante que cuando venía de novios", aseguraba.
Y al fin llegó el emocionante reencuentro, que puedes ver en el vídeo que ilustra esta noticia: los residentes esperaban de espaldas y, de repente, ante ellos aparecieron sus familiares. La sorpresa y la emoción se desbordaron y, pese a las advertencias, se sucedían los abrazos: al fin, podían tocarse y darse la mano, aunque fuera con guantes.
"No sabes lo que te queremos, mami, te echamos un montón de menos", aseguraba un hijo a su madre, mientras otros no podían contener las lágrimas. "¡Estoy feliz!", aseguraba una de las residentes, mientras Carmen, a sus 95 años, sonreía, rodeada al fin de los suyos.
Juan, por su parte, conocía al fin a su nieta Olivia, a la que el orgulloso abuelo dedicaba las primeras carantoñas y cosquillas. Rafael y Mariví, mientras tanto, compartían al fin un beso en la frente. "Da igual en la frente que en el corazón", aseguraba ella.
Durante un rato, el dolor y el sufrimiento del último año han parecido evaporarse. "Estaba mala, mala, y me he puesto buena", relataba una residente, mientras a un señor se le quebraba la voz: "Este momento es el mejor que... no puedo hablar", confesaba. Y es que ha sido un año largo y muy duro, sin contacto, pero querer no se olvida nunca.
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