Khadija se desmorona ante las cámaras: "Mi vida está destrozada, no puedo ni salir a la calle, me sentí totalmente ultrajada". A sus 17 años, se siente rota, marcada de por vida. Su alma, por un mes de secuestro y continuas violaciones, y su cuerpo, también herido, lleno de quemaduras de cigarro y de los insultos que le tatuaron a fuego: "Un día me desperté así, con el brazo dolorido".

Fueron 13 individuos los que la raptaron, en la puerta de la casa de su propia tía, a donde había ido a pasar la fiesta del ramadán: "Me raptaron amenazándome con un cuchillo, me subieron por la fuerza a un coche y me llevaron a un lugar que desconozco".

Allí, empezaron a turnarse para abusar salvajemente de ella: "Un chico me violó primero. Luego, los demás, uno a uno". Trató de escapar, varias veces. Entonces la tortura se volvió cada vez más retorcida. Le negaban el pan, la sal, el agua, hasta la ducha y lo más aberrante: "Empezaron a cobrar a chicos que venían y querían violarme".

Uno de ellos acabó ayudándola. Ya libre, su familia dudó en denunciar pero ella lo tuvo claro: "Fuí yo y se lo conté a la Policía". Diez de sus agresores ya han sido detenidos. En busca y captura el resto. Para ellos, Khadija sólo quiere "justicia".