Pablo, de 11 años, jugaga al fútbol con un amigo en el barrio madrileño de San Blas, cuando oyeron un disparo. "Notó en ese momento el niño un impacto que le echó para atrás", explica Belén, madre de Pablo.

Al ver una mancha roja en su camisete pensó que sólo era pintura. No le dolía nada, pero cuando llegó a casa empezó a sentirse muy mal y fue cuando sus padres descubrieron el agujero de la bala. "Te llevamos a urgencias y decía: no, no, que me duele mucho", cuenta la madre.

La bala casi le atraviesa la aorta. Ahora, la tiene alojada en el pulmón y, según han informado a los padres, lo más probable es que no se la quiten porque puede ser más peligroso sacársela que dejarla ahí.

En el barrio de San Blas, los vecinos de Pablo siguen conmocionados. "Estamos mal", dice un vecino. "Además es un chico bastante inteligente, muy dicharachero", añade otra vecina.

Creen que pudo ser algún vecino y no se explican cómo fue capaz de disparar a un niño. "Se conoce que el señor trabajaba de noche y le molestaba", opina una vecina.

Desde el pasado martes, cuando se produjo el disparo, son pocos los que se atreven a dejar salir solos a los niños.

De momento Pablo se recupera en el hospital tras haber estado cinco días en la UCI. "Lleva tiempo de reposo, sin moverse. Encima el niño es hiperactivo y no puede más", cuenta la madre.

La policía mantiene abierta la investigación y de momento no se ha producido ninguna detención.